Despertar de su vocación
Desde 1851 hasta 1855 estudió en el Convento de Santo Domingo de la ciudad de Tucumán siendo su profesor Fray Nazario Frías.
Luego y hasta 1858 estudió filosofía en el Convento Franciscano, siendo Regente de Estudios el P. Agustín Romero.
En su adolescencia estudia con entusiasmo y fervor. Conoce a franciscanos y dominicos, comparte con ellos la espiritualidad de cada Orden, pero se decide por los dominicos. Esto nos muestra que desde joven su pasión por el estudio, la contemplación y el amor por la Palabra, fueron claves.
Fray Nazario, su maestro, conservó la certeza de la obra que Dios iba realizando en ese corazón joven. Sabía que ese niño tenía capacidades innatas para la contemplación profunda de las cosas de Dios.
Los frailes dominicos y luego los franciscanos fueron testigos de su inteligencia privilegiada, de su lucidez y capacidad de razonamiento, de sus largas horas de estudio y contemplación.
La lectura asidua era su recreo y su ocupación más buscada. Letras, Filosofía, Teología, latín. La Sagrada Escritura y los Padres de la Iglesia. Todo estudio encontraba cauce en su amplia capacidad. Su voluntad se iba perfilando recia, su talante se iba formando en el silencio y en la oración.
En 1858, decidido a ingresar a la Orden Predicadores, partió de la ciudad de Tucumán junto al aspirante Miguel Molina. La galera marchó despacio y quejosa por el camino real rumbo a Córdoba. Había salido de Tucumán el día 1 de julio de 1858 y llevaba varios pasajeros, entre ellos, a estos dos jóvenes tucumanos de dieciocho años que viajaban para comenzar su noviciado en el convento de Predicadores.
Ángel José contempló el paisaje tan amplio y cambiante, tan solitario, que no pudo evitar un dejo de melancolía. Recordaba sus diálogos con fray Nazario, su urgencia por responder a esa voz que desde muy dentro exigía, reclamaba, llamaba.
Cuando ya no pudo contenerla, con temor y esperanza, suponemos que habló con su madre. En pocas palabras, habrá definido lo que ya adulto escribió: “Yo soy de Dios, soy siempre de Dios.”(AGDSJ-Ejercicios Espirituales –Día 10.11/02/1896).