¡NAVEGUEMOS MAR ADENTRO!

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Durante el último año, y junto al debate con relación a la defensa de la vida desde su concepción, la ESI se posicionó como uno de los temas centrales de la agenda política-educativa del gobierno nacional. En este marco, un proyecto de reforma a la actual ley 26150/06 que establece el Programa Nacional de Educación Sexual Integral obtuvo dictamen de mayoría en la Cámara de Diputados.

Docentes y padres encendieron la alerta ante la pretendida reforma, ya que entre otras disposiciones, eliminaría la necesaria condición de respeto a los idearios institucionales contenida en el art. 5 de la ley actual.

Tal modificación, teniendo en cuenta el profundo contenido ético  de los temas que se abordan a través de la ESI, no solo estaría reñida con una profusa legislación previa, sino que también despojaría a nuestros niños y jóvenes de la posibilidad de acceder a distintas miradas sobre la sexualidad, complementarias y/o diferentes de la que  intenta instalar el estado con la reforma.

Ciertamente, desde la sanción de la Ley del año 2006 (y aún con anterioridad), en muchas de nuestras escuelas públicas y privadas se vienen desarrollando los contenidos de ESI, aunque no de un modo regular y programado. Probablemente, esta falta de sistematicidad se debe en parte al carácter de transversalidad que la misma ley estableció para sus contenidos, a lo que podemos añadir diferentes factores vinculados a los  tiempos y  entramados propios de cada institución.

Sin embargo, no podemos dejar de reconocer que también estamos ante la posibilidad de repensar las prácticas institucionales, para iniciar un nuevo camino con miras  a lograr que la educación afectiva-sexual se constituya objetivamente como una nueva y verdadera fortaleza de nuestras escuelas.

Es la oportunidad de tomar las decisiones adecuadas y convenientes para que a través de la ESI logremos dotar a nuestros chicos de las herramientas cognitivas y emocionales necesarias para llevar adelante un proyecto de vida que comprenda su desarrollo integral en orden a una existencia plena y feliz. “Preparar el corazón y la inteligencia de los niños y jóvenes”  como nos pide el Padre Reginaldo.

Semejante tarea reclama la esencial y necesaria participación de los padres quiénes son los primeros responsables de la educación de sus hijos y frente a los cuales, la labor del docente en la ESI reviste claramente un carácter subsidiario.  Docentes y padres trabajando juntos, de manera creativa,  para el desarrollo armónico e integrado de la afectividad y sexualidad de nuestros niños y jóvenes.

La propuesta no es sencilla ni fácil. Como tampoco lo era aquella que recibieron un grupo de humildes pescadores exhaustos después de una noche entera en medio del mar sin poder pescar un solo pez.

En aquel tiempo un desconocido, Alguien que no sabía del oficio, les sugirió que volvieran mar adentro a tirar las redes. Con todo el cansancio (y tal vez enojo y desilusión) de aquellos hombres por la pesca fallida, les pide volver a hacer algo que según su reciente experiencia no tenía chances de resultar. Contra todo pronóstico, hicieron lo que Jesús les dijo, confiaron, y la pesca de ese día terminó siendo la mejor pesca de sus vidas.

Inmediatamente, Pedro, el líder de aquellos pobres pescadores, reconoce su pequeñez ante el Señor (seguramente  lo sucedido lo habrá conmocionado profundamente, y entonces él, que era un hombre humilde, se hace cargo de su propia fragilidad). Su existencia toda fue atravesada por el milagro.

Ante el desafío de la ESI podemos responder de diferentes maneras. El Evangelio nos presenta una alternativa (que como toda opción cristiana no es fácil):  proceder con humildad porque tenemos mucho para aprender, cultivar la amistad y el trabajo en equipo porque es la mejor manera de conducirse en una barca frágil en medio de la borrasca y, finalmente con toda la confianza puesta en Cristo decidirnos a remar mar adentro para ofrecerles a cada uno de nuestros chicos la posibilidad de conocer algo que será determinante en toda sus vida:  el inmenso amor que habita en su propio corazón.