Abrazar a la humanidad doliente

Biografía novelada de la vida de Fray Reginaldo Toro, basada en datos históricos, escrita por madre Sonia Lucarelli. Parte 5 de 7.

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    Estaurofila Ladrón de Guevara era un testimonio viviente del cambio de época que se avecinaba. Se había formado como Maestra Normal en Buenos Aires y llegó a ser coordinadora de la labor educativa en instituciones de Córdoba y Santa Fe.

Casada con Jorge Poulson, dinamarqués llegado a la Argentina, educador y físico prominente, dedicaron su tiempo, sus conocimientos y también sus bienes para apoyar la fundación de una nueva Congregación  religiosa que Reginaldo, junto a la comunidad de dominicos de Córdoba, se habían propuesto crear.

Las jóvenes que se preparaban para esta fundación recibían las indicaciones y clases que Reginaldo les impartía diariamente. Cada día él leía sus nombres antes de comenzar mientras en su corazón de padre, pedía a Dios la fortaleza que cada una necesitaría.

– Rosario, Teodosia, Carmen, Martina, Luisa, Justa, Carmen, Dominga, Lucía,  Alejandra, Clara….

– Hijas, al retirarse a la vida consagrada, no deberán tener otra intención que la de unirse más íntimamente a Dios y trabajar por la salvación de los hombres

Necesitan dos virtudes fundamentales para su nueva vida: humildad y obediencia. En adelante no tendrán más que un solo corazón y una sola alma entre Ustedes.

Como ya les ha enseñado la Señora Estaurofila en las normas de urbanidad, sean discretas, siempre agradecidas con los bienhechores. Discreción, mansedumbre y caridad las han de distinguir. No sean rezongonas o imprudentes.

Pero no se quejen nunca de las demás, no se olviden de sus defectos por culpar a las otras.

No dejen entibiar su fervor, porque la tibieza debilita las fuerzas del ánimo.

-Padre, dijo Luisa, la más joven de todas: es mucho lo que debemos ejercitar y mucho lo que el Señor deberá realizar en nosotras…¿Qué es, entonces lo más importante, y que no debemos olvidar?

Reginaldo respondió con firmeza y dulzura: lo más importante es Ser de Dios, Ser Toda de Dios.

El silencio llenó la habitación, las postulantes despidieron a Fray Reginaldo. Cuando Estaurofila entró, dijo, con un tono maternal y cálido:

-¿Cuál es la preocupación de mis queridas hijas? Este momento de felicidad y de ilusiones no debe ser empañado…

-Es que…pienso en la Gracia enorme de una Congregación, en el regalo inmenso del don de la vocación, en todo lo que Jesús espera de nosotras…Pero ya ve, Señora Estaurofila, somos pobres, aún no sabemos rezar el oficio, estamos aprendiendo la vida comunitaria, la liturgia, la teología…Me abruma y a la vez me llena de felicidad…

-Son muchos pensamientos y sentimientos encontrados…

-Pienso que extrañaré a mi familia…

-Hijas, nuestras familias estarán siempre allí, para acompañarnos. Duele el separarnos de ellos, pero ahora el Señor nos regala otra familia, la que libremente han elegido. Un Esposo, unas hermanas, y con el tiempo muchas personas a quienes abrazar, cuidar, enseñar, escuchar, evangelizar. La vida de Ustedes se hará fecunda en la medida de la entrega, en la medida en que la Providencia abra caminos…Lo demás lo aprenderán en el ejercicio diario.

Muchos años después, la Hermana Antonina , última fundadora en fallecer, recordaría estos felices momentos: “Al día siguiente de la toma de hábito, entramos en ejercicios, que nos dio el Reverendo Padre Provincial Fray Jacinto Varela. Terminamos los ejercicios con toda felicidad y siempre estudiando el oficio y demás enseñanzas del Padre Director…que era muy recto y le gustaba que todo se hiciera con perfección”.

   A los dos meses de iniciar su noviciado, las hermanas fueron convocadas al Lazareto de San Vicente para atender a los enfermos de Cólera. Allí recibieron su bautismo de fuego: abrazar, acompañar, cuidar, sanar…Fue este acontecimiento un pilar para la nueva fundación, pilar construido sobre la base de la valentía y la Caridad inmensa que Reginaldo había sembrado en el corazón de sus hijas.

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