El desempeño de su oficio de Prior del Convento de Córdoba llegó pronto. Corría el año 1870, con tan sólo 31 años se puso al frente como hermano mayor y como Padre. Trabajó intensamente por mantener el espíritu de la reforma de la vida común que Fray Olegario había comenzado. Se esforzó por fortalecer el Noviciado, porque los jóvenes tuviesen una sólida formación doctrinal y una intensa vida de oración, apostólica y fraterna.
Al mismo tiempo era capellán de los dos Monasterios de monjas: Dominicas y Carmelitas. Allí también aprendió a amar los escritos de Santa Teresa de Ávila.
Fue por estos años cuando realizó su primer viaje a Europa: Roma y Tierra Santa, donde se empapó de la cultura europea y conoció a importantes dominicos con quienes mantuvo correspondencia y cultivó una amistad fundada en el espíritu de Domingo que los unía.
Como Prior de esta casa de Córdoba, a su regreso asiste al Capítulo Provincial que se realiza en el convento de Santa Fe. Allí fue elegido Provincial de la Orden en Argentina en año 1877.
Esta responsabilidad para la cual sus hermanos lo eligieron, fue una tarea nada fácil. La misión a la cual se había comprometido, la de continuar el proyecto de restauración de la vida común en todos los conventos, fue, sin duda, árida y complicada.
Reginaldo encuentra que en la Provincia sólo dos conventos habían logrado este cometido. Los demás, necesitaban volver a los elementos indispensables de la vida religiosa.
Visitó varias veces cada convento en sus años como provincial. Dialogó largamente con cada fraile de su patria. Instó a la observancia religiosa por amor a Jesucristo y a la Iglesia. Buscó a las ovejas extraviadas, fortaleció a los débiles, acompañó a los jóvenes, a todos les brindó un trato comprensivo y paciente, aún a aquellos que no recibieron dócilmente sus palabras.
Incansable, se comunicó continuamente con el Padre General de la Orden para expresar sus pensamientos, encontrar luz para su tarea y consejos para sus frailes. Cada una de sus cartas son una síntesis del gran amor de Reginaldo por la Orden, no en sentido abstracto, sino en la persona de cada uno de sus hermanos dominicos.