Los padres y la ESI, por dónde empezar

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Por Dra. Fabiola Bastos

Preparar el corazón y la inteligencia de los niños y jóvenes”. Estas palabras del padre  Padre Reginaldo resuenan permanentemente en las aulas y en el corazón de cada docente dominico.

Pero también pueden significar una invitación a todo papá o mamá que desde lo más profundo de su existencia experimenta el anhelo de ofrecer a sus hijos una educación que los ayude a crecer en humanidad para una vida plena y feliz.

La educación sexual aparece entonces como una necesidad impostergable de toda educación integral.

Un contexto social donde “el tiempo es un tirano” y el capitalismo nos convence de que todas las respuestas están en el “consumo”, el impacto de los medios de comunicación y las redes sociales reemplazan el diálogo personalizado, se consolida la creencia acerca de que todo ámbito de la vida requiere la visión de un “experto” para su mejor desarrollo. Sumado a la desvalorización y desprotección de la familia como institución fundamental, constituyen el caldo de cultivo ideal para que la tarea de educar en la sexualidad, prioritariamente de los padres, se torne cada día más compleja.

En el debate cultural, político y pedagógico actual asistimos a diferentes posturas relacionadas con los padres y la educación sexual de sus hijos.

En muchos casos estas miradas no tienen en cuenta al padre y a la madre como dadores y cuidadores de la vida, sino, simplemente, como los “progenitores” cuya responsabilidad fundamental es la de integrar a sus hijos al sistema educativo estatal, siendo este último el que proporcione el modelo y las directivas necesarias para la educación sexual de niños y adolescentes.

Sin embargo, cuando el Papa Francisco nos habla de la “vida familiar como contexto educativo”[i] como ámbito pedagógico; apunta a un modelo de convivencia familiar donde los padres asumen una tarea que va mucho más allá de la elección de una institución a quien confiarle la educación de sus hijos.

Cuántas veces hemos puesto el énfasis en la importancia de los padres en el desarrollo de las trayectorias educativas de sus hijos.

Este rol cobra aún mayor relevancia, si se trata de educar la sexualidad. Así, cuando hablamos de educación sexual integral, nos adentramos en una dimensión humana que atraviesa toda la vida del niño y el adolescente. Es decir, entra en juego la existencia misma del hijo con todas sus potencialidades, la construcción, nada menos que de su propia identidad personal.

¿Por dónde empezamos?

En primer lugar, debemos reconocer y descartar aquellos modelos educativos que ya han probado su fracaso.

Tanto el paradigma basado en el cumplimiento estricto de normas o criterios impuestos sin explicación alguna, como el extremo opuesto que promueve una mal llamada “libertad” (que en realidad implica una salida cómoda pero ineficaz porque no incluye la “responsabilidad”) han demostrado que no ofrecen resultados positivos.

Es necesario responder a las preguntas de los POR QUÉS.

Si no hay porqués, si no hay un sentido de la persona y su cuerpo: ¿Cómo podemos responder satisfactoriamente a los cómo?

Aparece aquí un modelo de educación que no se enfoca en el “problema a solucionar”, sino que se enfoca “en la persona cuyo proceso de crecimiento se quiere acompañar”. Este es un modelo PERSONALISTA que ve en el otro, en el hijo, a un ser lleno de potencialidades y esencialmente libre.

La familia valora y estimula la libertad: en la familia se aprende «el buen uso de la libertad» [ii] Toda educación basada en un modelo personalista tiene en cuenta tres grandes ejes: el fisiológico (lo que tiene que ver con el cuerpo y su funcionamiento), el social (el entorno en el que se desenvuelve) y la experiencia personal directa del niño o adolescente.

Por eso, los padres son los más calificados para la educación sexual de sus hijos: ¿quién puede conocerlos mejor que ellos?.

“El problema, sin embargo, no es sólo hablar. De hecho, un diálogo superficial no conduce a un verdadero encuentro de la mente y del corazón.Preguntémonos más bien: ¿Buscamos entender ‘dónde’ los hijos verdaderamente están en su camino? ¿Dónde está realmente su alma? ¿Lo sabemos? Y sobre todo: ¿Lo queremos saber?[iii]

Cuánta falta nos hace, como padres, hacernos estas preguntas y trabajar con sus respuestas. Solamente indagando acerca de la realidad existencial de nuestros hijos podremos llevar adelante una educación sexual que los haga seres libres y responsables para decidir y ser felices.

“Es el momento en que los padres y las madres regresen de su exilio, – porque se han auto-exiliado de la educación de los hijos -, y re-asuman plenamente su papel educativo” Esperemos que el Señor conceda a los padres esta gracia: de no auto-exiliarse en la educación de los hijos. Y esto solamente puede hacerlo el amor, la ternura y la paciencia. (Papa Francisco).[iv]

Queda abierta entonces la invitación a los padres a abrir espacios de diálogo y encuentro con sus hijos, a escucharlos, este será un primer gran paso que nos conecte con ellos.  

[i]AmorisLaetitia 274-279

[ii]AmorisLaetitia 274

[iii]Catequesis P. Francisco 20/5/15

[iv] Catequesis P.Francisco 20/5/15