Caritativa en el servicio a sus hermanos unida a su Esposo

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«Aquí, veis la gran pléyade de las Catalinas, de las Rosas, que viviendo en carne imitaban la vida de los espíritus angélicos, estando en la tierra eran como moradoras del cielo y siendo criaturas terrenas y mortales, parecían celestiales y divinas». Fr. Reginaldo

 

Algunos aspectos de la vida interior de Santa Rosa de Lima

Santa Rosa tenía una gran devoción a Santa Catalina de Siena. Ella era su patrona, su amiga, su modelo, su guía. Toda su vida estuvo inspirada por esta gran santa dominica del Siglo XIII. Ella misma atestigua que desde niña, con cinco años de edad, había seguido la Regla y la espiritualidad de la Orden de su madre Catalina de Siena y de su padre Santo Domingo. Y que en ésto había perseverado toda su vida.

¿Cómo conoció Rosa a Santa Catalina?

Rosa vivía muy cerca del Convento del Rosario de los dominicos, por lo que, desde pequeña asistió a esa iglesia para oír misa, confesarse y comulgar. Allí fue donde conoció y se enamoró de Santo Domingo y Santa Catalina. En su adolescencia, a los 12 años, leyó la vida de Santa Catalina. Esta lectura la va a marcar interiormente para toda su vida, pues desde entonces la va a imitar haciendo voto de virginidad, cortándose el pelo, poniéndose un velo y una túnica, orando mucho, siendo muy caritativa y practicando penitencias.
Como santa Catalina, Rosa va a escoger la oración, la vida ascética y la entrega caritativa en el servicio a sus hermanos como caminos de unión con su Esposo. El objetivo espiritual de la santa italiana era amar tanto a Cristo, que pudiese sentirse totalmente unida a Él. En su vida mística, santa Catalina centró su mirada sobre todo en Jesucristo crucificado, por el que sentía un gran amor. Éste era el fundamento de su vivencia interior. Como lo fue también para nuestra santa peruana. El sentido más auténtico y profundo de la ascesis de santa Catalina y santa Rosa es el amor que brota del corazón de Cristo dando la vida por nosotros.

Santa Rosa viene a ser para América lo que santa Catalina de Siena para Italia.

Santa Rosa tenía en su corazón grandes deseos de ser misionera, de morir mártir por el Evangelio y la salvación de las almas, pero por otra parte, también deseaba consagrarse a la vida contemplativa, pero como dominica, con el hábito de su madre, santa Catalina de Siena, y siguiendo la Regla con la que se había criado. Pero en Lima no había aún un monasterio dominico en el que ella pudiese vivir su vocación contemplativa. Sucedió que en ese entonces se fundó un monasterio de Santa Clara al que la invitaron para ingresar, pero ella no aceptó por no ser dominico. Entonces decidió recluirse en una pequeña cabaña al extremo de su huerto, a la que más tarde transformó en una pequeña ermita de adobe con ayuda de su hermano. Allí pasaba la muchas horas de su tiempo sumergida en la oración en intima unión a su Divino Esposo. Además, seguía trabajando en la huerta, hacía costuras, daba clases a niños y atendía a enfermos.
A los 20 años ingresa a la Tercera Orden Dominica como laica dominica y virgen consagrada siguiendo los pasos de Santa Catalina. Desde entonces vistió el hábito blanco dominicano, aunque nunca se quitó la áspera túnica penitencial de estilo franciscano que llevaba por dentro a modo de camisa.
De santa Rosa nos ha llegado una imagen demasiado ascética y sufriente. Se nos ha dicho que fue una joven limeña muy caritativa que imitaba la pasión de Cristo haciendo grandes penitencias, y que así alcanzó la santidad. Pero Rosa fue, ante todo, una mística. Y una mística muy afectiva, pues todo lo hizo por amor a Dios, a las personas y a la naturaleza. Es decir lo que la movió fue el amor a Jesucristo, fue atraída por el amor que llevó a Jesús a entregar su vida por todos nosotros y a ese amor se consagró totalmente.

Mujer de ferviente oración

Rosa tenía una profunda vida espiritual que era el fundamento de toda su vida. Nuestra Santa era una mujer de una ferviente oración. Dedicaba a la oración doce horas diarias. Desde que comenzó a hablar Rosa practicó la oración vocal recitando miles de jaculatorias y oraciones al día.
A la tierna edad de 5 años, Rosa comenzó a practicar la oración mental recitando meditativamente oraciones y jaculatorias. Esta oración se logra reflexionando en nuestro interior sobre Dios entablando un diálogo con Él. En ella el corazón juega un papel importante sino sería una oración fría y puramente racional. Es un ejercicio afectivo en el que se piensa en Aquel a quien se ama. Rosa se inició en la oración mental repitiendo meditativamente oraciones, especialmente “Jesús sea bendito y sea con mi alma, amén”. También practicaba el ejercicio de agradecimiento y el reconocimiento de Dios repitiendo miles de veces al día “Gracias a Dios”. Se valía de la práctica de las jaculatorias para permanecer en la presencia del Señor. Y esto lo hacía con tanta continuación interior que se hallaba tan introducida en la oración que ninguna obra exterior, ni siquiera el hablar le impedía repetir estas palabras. Por este medio alcanzó gran perfección y singulares favores de Dios.
Con solo 13 años, Rosa alcanzó la oración de unión que consiste en recogerse interiormente y relacionarse amorosamente con Dios en lo más profundo del corazón. Ella va a sentir cómo Dios la abraza interiormente con su amor y la guía hacia Él. Es decir, ya no lo siente a Dios fuera de ella, sino dentro, en su alma unido a ella. Ella misma va a explicar que “cada vez que se ponía en oración le recogía Dios las potencias del alma, esto es el entendimiento, la memoria y la voluntad, uniéndolas consigo de tal manera que todo su entendimiento estaba ocupado en abrazar a su Dios. Y la voluntad en amarlo.” Nuestra santa mística tenía éxtasis: sintiendo que Dios la introducía dentro de Él. Y como regalo, de esa oración, visiones del Niño Jesús, de María.

Le gustaba cantar porque con ello transmitía a Dios todo lo que sentía por Él. A menudo oraba cantando cánticos de alabanza, de acción de gracias, de súplicas con una hermosa vos que parecía angelical.

Santa Rosa se consagró virginalmente a Jesús, a quien consideraba su Esposo. Su amor fue creciendo, sintiéndose cada vez más unida a Él. Cuando tuvo 21 años, aquel compromiso virginal que había hecho en la intimidad de su corazón, lo oficializó al profesar como virgen consagrada de la Tercera orden de Santo Domingo. Y su relación con su Esposo siguió madurando. Y así, cuando ella era ya una mujer de 31 años, cuatro meses antes de morir, Jesús le hizo un regalo excepcional: le pidió que se desposara con Él diciéndole:

– “Rosa de mi corazón, sé mi esposa”,

a lo que ella respondió:

– “Sí, quiero, Señor.


Escrito por m. Carina Acevedo, basada en el libro «La experiencia mística de Santa Rosa de Lima» de fray Julián de Cos OP, Salamanca 2019. DESCARGAR AQUÍ

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