118 años de la Pascua de Reginaldo
Necrología biográfica escrita por fray Rafael Moyano donde relata toda la vida de Reginaldo Toro.
De la dura cruz a la vida eterna
Después de las solemnes fiestas que el 1º de Octubre se inician en nuestro templo, celebrando el glorioso aniversario de la coronación de la sacrosanta imagen del Smo. Rosario de Milagro, en la que él tuvo toda la parte activa hasta ser autorizado por S.S. León Papa XIII para que, en representación suya lo coronase juntamente con el Niño Jesús que tiene en sus brazos, el Sr. Toro pasó a Villa Sta. Rosa, donde estaban establecidas las Hnas. Terceras Dominicas; probablemente para hacerles una función con que las Hnas. todos los años obsequian a la Divina Sra. desde su fundación; y también como fundador; director y actual Ordinario, visitar el establecimiento, a cuyo amparo estaban las religiosas sujetas desde su instalación allí.
Como es natural, una vez terminadas las funciones de la Iglesia, él tenía que tomar conocimiento e inspeccionar el estado y necesidades que en el nuevo establecimiento hubiera, para proveer en todo lo que estuviera a su alcance, para su mejor régimen y conservación.
Estando en el ejercicio de esas funciones, le dio el ataque de apoplejía, que lo ha hecho padecer los tres años y meses que quedan en el anterior capítulo indicado, el día 25 de Octubre del año 1901.
Es traído a esta, donde todos los recursos de la ciencia han sido inútiles para restablecerlo; su postración, cada vez más toma proporciones en él. Dimitió sus facultades en uno de sus auxiliares: Ilmo. Sr. Dr. Filemón Cabanillas y se quedó como inválido en brazos de su humillante y penoso padecimiento, sufriéndolo con resignación y paciencia.
Sus amigos, poco a poco, comienzan a retirarse, porque no tienen valor para verlo; pues él los recibía siempre conmovido y con lágrimas. Por consiguiente, él no lo extraña, porque parece comprendía que su enfermedad ni a él dejaba tiempo de reposo para compartir con ellos un momento de solaz o de placer; así como a ellos de satisfacción, al verlo sufrir y padecer.
La prueba era dura, pero la sufría como venida de la mano de Dios y así, en silencio y sin quejarse ni manifestar extrañeza, se entretenía con los que lo visitábamos y algunas veces, como balbuciente, preguntaba o pretendía entablar conversación, la que no pudiéndola sostener, se concretaba a si o no. Pues para mí, ha sido uno de los más grandes sufrimientos que ha padecido: el tener su inteligencia y razón despejadas y sus miembros y palabras casi del todo impedidos. Era un purgatorio en vida.
El Sto. Padre León XIII le concedió licencia para celebrar algunas veces sentados y alzar con una mano, asistido de un sacerdote. Lo hizo una vez, con mucha dificultad y constristación al verse imposibilitado y comprendió que no podía continuar en lo sucesivo y se resignó a recibir la Santa Comunión siempre que podía conservarse en ayunas hasta la hora en que se le decía misa; la que recibía como era de esperar, con mucha devoción y recogimiento.
Así lo ha hecho hasta el día de su muerte, en que con dificultad la recibió, porque a más de la parálisis, estaba atacado de una congestión pulmonar que le dificultaba la respiración, le encorvaba la cabeza sobre el pecho y no le permitía reposo ni descanso alguno, sólo sentado en esa penosa posición y en la que estuvo en el momento de expirar, en el que fue asistido por tres de nosotros y el Sr. Provisor en la recomendación del alma. Su corta agonía fue tranquila y apacible, y así sentado como estaba.- Murió.- Habiendo recibido la Sagrada Comunión y extrema-unción por la mañana de mano de un religioso dominico.
En su testamento había dejado dispuesto que se le sepultase con el hábito de la orden, sin traje pontifical, en Sto. Domingo. Lo que se ejecutó, tal como lo había pedido, y así, a las 24 horas después de haber dejado de ser obispo diocesano por la muerte, volvió en sus sagrados despojos al convento vestido con el hábito blanco y negro con que salió de él; sin más insigne que la mitra pero sin el báculo, ha representar la diócesis dentro y fuera de ella, por el espacio de 16 años.
Hoy sus restos mortales descansan en nuestro coro, el que, desde joven frecuentó hasta ser Prelado en la orden y después en la diócesis de Córdoba: a la derecha del que fue su antiguo maestro y guía en su juventud: Ilustre P. Olegario Correa, que murió Obispo electo de San Juan de Cuyo, el día 9 de Junio de 1867. Que así, el maestro como el discípulo, por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. Descansen en paz.
Pongo fin a este pequeño obsequio a la memoria del “malogrado” Sr. Obispo Toro, sin pretender escribir la vida y muerte de un santo; porque para eso, lo dejamos con causa abierta al porvenir; si Dios lo eligió entre tantos desde su infancia, juventud y virilidad, hasta colocarlo formando el selecto coro de los suyos con el báculo de Pastor, que apacienta a sus ovejas y que por más de 16 años por sí y por sus auxiliares, con diligencia y cuidado las apacentó y que casi sus últimos 4 años padeció y sufrió con santa resignación toda clase privaciones hasta que murió, con la muerte de los justos.
Por consiguiente, sólo me he concretado a constatar la vida y muerte en compendio, del novicio, del religioso, del sacerdote, del maestro, del Prelado y del Obispo y Pastor de las almas; para que las generaciones que vengan después de nosotros encuentren las huellas por donde pasó ese religioso hijo del gran Patriarca Domingo.
Paciencia y conformidad en todo con la Divina Voluntad de Dios
Si al correr los años y los siglos, Dios tiene algo dispuesto en sus inescrutables designios respecto de él, como de los demás que quedan anotados en este “Libro” de defunciones de los religiosos que nos precedieron, en la observancia, abnegación y virtud, y se den cuenta de la vida que vivieron, misión que desempeñaros, carácter o dignidad que invistieron y clase de vida y muerte que tuvieron.
El Obispo Toro ha formado un plantel de almas elegidas por Dios para la virtud y santidad y así, esposas de su Hijo Jesucristo por la inocencia e integridad virginal, o por la santa castidad y pureza de vida, acrisolada y purificada en la austeridad y penitencia y consumadas en la oración constante en la abnegación y sacrificio y en la altísima contemplación.
El dulce y tierno eco, y el compasivo gemido de esas almas, a no dudarlo; más de una vez habrán llegado hasta Dios, pidiendo y rogando por él tanto durante su vida como después de su muerte. Por consiguiente me inclino a creer que el fue Pastor de esta grey tan numerosa en almas amadas de Dios y que todas han rogado, suplicado y pedido en vida por su salud o por su salvación y eterna felicidad, uniendo él a todo eso su paciencia y conformidad en todo con la Divina Voluntad de Dios en su prolongado padecimiento que todos hemos presenciado; no dudo que ha encontrado en el Padre de las Misericordias y de toda consolación, el deseado y único objeto de su fe, esperanza y amor.
Si, el que fue Obispo de esta diócesis, Dr. Dn. Fray Reginaldo Toro, no ha muerto para el tiempo, así como no ha muerto para la eternidad; porque su memoria permanecerá entre sus hermanos, y su paternidad se transmitirá de generación en generación, en las almas que él ha preparado durante su vida para la virtud y santidad. (título) de “Nuestro Padre” en la tradición, jamás será borrado de la mente y del corazón de las Hnas. Terceras Dominicas de San José y de las demás instituciones religiosas, así de hombres como de mujeres que él ayudó y protegió en la vida del tiempo. Esos actos, que pasaran un día “tal vez no muy lejano” a la historia de Córdoba- Pasarán juntamente con la memoria del Prelado activo y celoso que actuó en el principio de sus instalaciones en la diócesis que él dirigió y gobernó, tradicionalmente a las generaciones venideras; quienes darán verídico testimonio de la virtud y méritos del Obispo, que su tiempo rigió y representó dentro y fuera de este Obispado.
Porque si la muerte es la separación del alma y del cuerpo y de allí el tránsito de esta vida a la eternidad, la memoria de los justos, vive eternamente, según expresión del Espíritu Santo, y ese recuerdo tiene que quedar en las generaciones que durante el tiempo, unas a otras se suceden en el transcurso de los siglos, porque en la eternidad no hay tiempo.- Se me objetará, los filósofos paganos – los idólatras del gentilismo – los infieles del judaísmo – los grandes herejes – los corifeos de las sectas anticristianas – y los crueles monarcas, que han bañado el mundo con sangre humana, incluso la de Cristo Señor Nuestro. ¿Están en la memoria de los pueblos? – Si – y lo están en el recuerdo de los pueblos y hasta en el de nuestros maestros y sabios, por el poder que tuvieron para obrar, así el bien como el mal: porque el poder es una virtud, así como la virtud es poder; los unos, en las ciencias humanas descollaron – los otros, por él dominaron los pueblos y naciones – los otros, influyeron en las turbas o multitudes y establecieron sectas – y, los demás adoraron los ídolos y sacrificaron víctimas humanas, derramando a torrentes sangre inocente. Pero, ese recuerdo sólo está en la memoria del tiempo y de él no pasará; porque después del tiempo de todos esos ya no habrá memoria.
Se separaron de Dios por el crimen en el tiempo en que pudieron unirse con Él eternamente y borrados fuera del “Libro” de la vida, que es la mente de Dios. Por consiguiente sólo el justo que se alimentó de la fe y según ella vivió y cumplió sus días entregando su espíritu a Dios en gracia y comunión con Él, de sólo ese será eterna la memoria y de ese número es el Prelado de que me ocupo, fundado en que de entre tantos jóvenes como él, a este llamó al retiro y soledad del claustro, en manos de su respectivos prelados le recibió sus votos de fidelidad, los que observó durante su vida, le ungió con el crisma y bálsamo sagrado y le incluyó en el número de su sacerdocio escogido y le conservó en su gracia hasta que, de ahí le llevó a la investidura de los que forman parte, con su Divino Hijo Jesucristo, en apacentar las ovejas redimidas con el inestimable precio de la Divina Sangre vertida en su Cruelísima Pasión y del que no se separó en su vida y unido con Él, – murió.-
Ilustrísimo hermano, Prelado venerado y querido: que el buen Dios os haya recibido y colocado entre sus escogidos y goces ya, de la divina visión y posesión del Sumo Bien, que es Él.- Ruega por tus hermanos, por la que fue tu grey, y por mi, mientras tus sagrados despojos, entre nosotros descansan en paz.
Está firmado por:
R. MOYANO S. O. P.
Nos complacemos en aprobar esta obra que relata numerosos e importantes datos y será de grande utilidad para la historia de Nuestra Provincia de San Agustín.
Santa Visita Canónica. Marzo 14 de 1905.
Firma Angel M……S.O.P Maestro general
Visto en la Visita Canónica este Libro de Defunciones y apuntes biográficos de los Religiosos, aplaudimos la prolijidad con que se lleva y nos complacemos, en que se de je a la posteridad esta obra de preciosos datos para la crónica e historia de nuestra Provicia Dominicana.
Convento se Santa Catalina de Siena.
Córdoba Setiembre, 26 de 1907
Firma Fr. Tomás Ortega
Prior Provincial
Fr. Rufino del C. Pucheta
Últimos 2 puntos de la Necrología biográfica.
Los subtítulos y títulos son nuestros.
Actualmente los restos de fray Reginaldo se encuentran en la Iglesia San José de las Hnas. Dominicas fundadas por él, en la ciudad de Córdoba, Argentina. Leer más