La preparación académica de Fray Reginaldo Toro
Por Liliana de Denaro
Toda vocación cristiana es un camino hacia Dios y en todo camino espiritual, el comienzo de la marcha deja su impronta y marca la orientación en todo el recorrido posterior. Por tal motivo, buscamos profundizar en el conocimiento de sus formadores y los acontecimientos históricos que vio transcurrir.
Poco sabemos sobre la infancia de Ángel José Toro, desconocemos la Escuela de Primeras Letras a que asistió, aprendiendo los rudimentos de lecto-escritura y cálculo, y por referencias de distintos escritos de la Orden de Predicadores, se informa que en el período 1851-1855 estudió en el convento de Santo Domingo de la ciudad de Tucumán siendo su profesor Fray Nazario Frías.
Por esos días, pasó por la ciudad el predicador de la flamante Constitución Nacional, Fray Mamerto Esquiú que predicó en la iglesia Matriz, el 19 de febrero de 1856 con motivo de la bendición del templo, causando un gran impacto en el joven.
Así, concluida su educación básica en el Convento del Santísimo Rosario de la Orden de Predicadores decidió continuar estudiando Filosofía, y el único lugar que ofrecía esta posibilidad en la ciudad de San Miguel de Tucumán era el Convento Franciscano, en la escuela que regenteaba el profesor Fray Agustín Romero, siendo P. Lector Fray Miguel Leyba. Ingresó a dicho instituto – que esencialmente formaba a los miembros de la Orden – en carácter de alumno externo, a los dieciséis años…
Entonces, finalizados los estudios del Tratado de Lógica Mayor bajo la dirección del P. Lector de Artes Fray Miguel Leyba, fue examinado el 14 de junio de 1856, resultando aprobado. Pocos meses después – el 12 de diciembre de 1856 – presentó su examen privado del Tratado de Metafísica y el 10 de junio de 1858 rindió examen del Tratado de Ética.
Observando los pasos que siguió – tras rendir este último examen – nos indica claramente que, mientras cursaba Filosofía fue analizando las opciones de vida que se le presentaban y realizado su discernimiento decidió ingresar a la Orden de Predicadores, comenzando el Aspirantado en el convento de Tucumán. Por tal motivo, en el transcurso del año 1858 ordenó sus documentos personales.
El 10 de junio de 1858 fue confirmado en la iglesia Matriz de Tucumán por el Vicario Foráneo con Delegación Apostólica Estratón Colombres siendo su padrino el Pbro. Joaquín Aragón. Si bien el comprobante que le habrían entregado a su madre el 13 de marzo de 1861, anotaba que “en el Libro de Confirmaciones que obra en el archivo de su cargo, se registra a foja primera una partida del tenor siguiente: <En esta Iglesia Matriz de S. Miguel de Tucumán, en el año del Señor de mil ochocientos cincuenta y ocho, el día diez de junio yo el Rdo. Vicario Foráneo por Delegación Apostólica, administré el Santísimo Sacramento de la Confirmación a Ángel Toro de diez y nueve años, hijo legítimo del finado don Carlos y de Da. Inés (sic) García…”, el Libro de Confirmaciones N°1 es del año 1862 y registra las Confirmaciones del Obispo de Salta Buenaventura Rizo Patrón, indicando que posiblemente se habría extraviado dicho libro.
Además, el 20 de agosto de 1858 pidió al Juez de 1° Instancia, la Sumaria Información de Testigos sobre su filiación, declarando que sus padres eran Carlos Toro e Ignacia García717, concluyendo la gestión el 4 de octubre de 1858.
Y, el 16 de octubre de 1858 se le otorgó una Constancia de Estudios por los tres años de Filosofía, que había cursado en las aulas franciscanas.
Mientras tanto, el Prior del Convento Fray Nazario Frías pidió la constancia de bautismo, que fue otorgada el 26 de noviembre de 1858, fecha en que el joven Ángel ya había viajado a Córdoba en la mensajería y estaba en el convento Santa Catalina de Siena.
El 1 de enero de 1859 vistió el hábito para religioso de coro dominico, imponiéndosele el nombre de Reginaldo de Santo Domingo, comenzando su año de prueba. Su Maestro de Novicios fue Fray Tomás de los Santos y el Vicario Provincial era el P. Fray Olegario Correa. En dicha oportunidad le recordaron: “que no podrían hacer su profesión sino en calidad de religiosos observantes. Maestro Novicios Fray Tomás de los Santos,” porque hacía pocos meses, el 24 de octubre de 1857, que el Convento Santa Catalina de Sena de Córdoba había sido declarado de vida común y estricta observancia, de acuerdo a lo que prescriben las Constituciones, los Capítulos Generales y los Decretos Pontificios.
Cumplidos los diez meses de prueba, el 3 de noviembre de 1859 a las 4 pm., compareció ante el Prior Fray Olegario Correa y los Padres del Consejo – junto con Fray Miguel Molina – y tras ser interrogado sobre su vocación y recomendándole sobre la vida en común y mejor perfeccionamiento, fue aceptado a la profesión, emitiendo los votos simples para religioso de Coro en manos del Provincial Fray Hermenegildo Argañaraz, el 6 de enero de 1860.
Mientras tanto, llegaron a los conventos las “Ordenanzas para el buen gobierno de esta Provincia de San Agustín de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Cuyo, dispuestas en el Capítulo Provincial celebrado el día 9 de noviembre de 1859” en las cuales, el P. Provincial Maestro Fray Hermenegildo Argañaraz recomendaba a los Regentes de Estudios y Lectores “mayor vigilancia y exactitud posible en las clases, a fin de que los alumnos se apliquen al estudio y desempeñen diariamente con exactitud las actuaciones escolásticas… y por cuanto las interrupciones en las horas de clase es tan perjudicial al progreso de los estudios, mandamos a los RR.PP. Priores arreglen las horas de tocar a Coro y Misa Mayor con arreglo a nuestro plan de estudios y distribuyan las demás ocupaciones accidentales de comunidad sin perjuicio del tiempo que debe emplearse en las clases”, recomendaciones que Fray Reginaldo experimentó en su persona durante la etapa formativa, comprobando sus buenos resultados… y luego, siendo Regente de Estudios lo aplicaría con los alumnos.
Finalmente, el 7 de abril de 1861, el Prior Fray Olegario Correa lo presentó al Obispo José Vicente Ramírez de Arellano, junto con: Domingo Mercado, José Justo Frías, Jacinto Varela y Miguel de Molina, disponiéndose que, por falta de edad, se le otorgara las Órdenes hasta el Diaconado.
El 7 de abril de 1861 le confirió la Primera Tonsura el Obispo de Córdoba José Vicente Ramírez de Arellano en el oratorio privado del Obispo y el 9 de abril, el Orden del Subdiaconado.
Al año siguiente, el 17 de setiembre de 1862, el Obispo de Córdoba José Vicente Ramírez de Arellano le confirió el Orden del Diaconado en la iglesia del Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa de Jesús y el 20, le confirió el Orden del Presbiterado.
Pocos días después – el 29 de setiembre de 1862 – vería coronarse el esfuerzo de años del Prior Fray Olegario Correa y la comunidad toda, que economizó centavo sobre centavo para terminar la obra de la iglesia, pues había llegado el momento de la consagración del templo de Santo Domingo (en Córdoba) por el Obispo José Vicente Ramírez de Arellano. Escribió en la oportunidad el P. Fray Jacinto Varela: “Día que estrenamos nuestro templo”… Y, ese mismo día, Reginaldo celebró la primera misa en el templo recién consagrado, siendo su Padrino de vinajeras, el Dr. Salustiano de Zabalía.
El 15 de enero de 1863, a las 19 horas, hizo su profesión solemne en manos del Prior Fray Olegario Correa, siendo provincial Fray Hermenegildo Argañaráz “según la regla de nuestro Padre San Agustín y conforme a los Institutos de los PP. Predicadores y no como se observa aquí y allá”. Había sido su Maestro de Novicios Fray Vicente Burela.
En estos primeros años de su formación tuvo contacto – dentro de la Orden – con figuras que contribuyeron a la formación de la nación argentina, en momentos de gran incertidumbre y violencia, manteniendo firme su mano en el timón de las convicciones pese a las amenazas y los vituperios, siendo fieles a la Orden.
Basta recordar que cuando decidió ingresar a la Orden, era Prior y Regente de Estudios en Tucumán, Fray José Manuel Pérez que había sido diputado provincial, dando convincentes argumentos en contra al proyecto de expropiación de los conventos existentes en la provincia y como Constituyente suscribió la primera Constitución Nacional tras mucho debate en que manifestó – a los políticos de la época – sus argumentos en bien de la Iglesia, con capacidad de diálogo, serenidad, firmeza y constancia… Y, el joven Ángel Toro, lo trató justo en el momento en que retornaba de la Constituyente de Santa Fe y los tucumanos estaban ansiosos por saber sobre el desarrollo de las sesiones que originaron nuestra ley fundamental.
En Córdoba lo recibió Fray Olegario Correa… fraile predicador, humilde, estudioso y austero, restaurador espiritual y material en la Orden. Luego, tuvo como Maestro de Novicios a Fray Moisés Vicente Burela, figura muy apreciada en gran parte del naciente país, que fue Capellán del Ejército de la Confederación en la batalla de Cepeda (1859), confiándole el gobierno misiones delicadas, como: ajustar los tratados con los caciques Pampas – tras la guerra del Desierto – manteniendo contactos amistosos con los políticos de la época como: Domingo F. Sarmiento, Nicolás Avellaneda, Julio A. Roca, Arredondo (su compadre)…
Y por los claustros del convento vio transitar un humilde, mortificado y penitente fraile converso que transcurría los últimos años de su vida, edificando durante su larga enfermedad con su humildad y paciencia: Fray Javier Salguero.
Ellos fueron sus maestros en el cultivo de la humildad, paciencia y tolerancia en las relaciones con los políticos para mejorar la realidad nacional que se estaba construyendo… y comprobaremos que fue un excelente discípulo. A poco de asumir la Diócesis de Córdoba, en 1888, le escribía al Santo Padre León XIII:
Pienso que sacaré más provecho para la Iglesia de Dios y mayor bien para las almas de mi grey, conservando – ante el gobierno civil – el respeto debido a la autoridad eclesiástica y a la santa Iglesia Católica, que en promoviendo cuestiones mezquinas, inútiles y personales que sólo sirven para producir obstáculos y mala voluntad en tratándose de asuntos importantes y vitales.
Entre 1859 y/1863 cursó los cuatro años de Teología en el Convento de Predicadores, bajo la dirección del P. Fray Olegario Correa. Como se extraviaron los papeles, siendo Toro suprior solicitó a Fray Moyses A. Burela que testimoniara sobre los estudios cursados por los frailes, indicando entre otras cosas: “por estar perdida otra partida de haber cursado Teología 4 años el P. Reginaldo Toro; el P. Domingo Mercado, el P. Jacinto Varela y el P. Miguel Molina tres años….”
Entonces, el 9 de noviembre de 1863, durante el Capítulo Provincial de la Provincia de San Agustín de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán y Cuyo, Fray Reginaldo de Santo Domingo Toro fue designado… Maestro de Novicios – Lector de Artes para el Curso futuro, mediante oposición, capellán del Smo. Rosario y Preceptor de Gramática en Córdoba, mientras preparaba su trabajo final. […]
Había llegado el momento de optar entre dedicarse a la educación de las nuevas generaciones en los ámbitos universitarios o bien ocuparse de la prédica en los templos. Así nos ilustra Fray Ángel Boisdron cuando escribió: …“Terminados los estudios se ofrece la cátedra en las facultades universitarias y el púlpito en las iglesias… el uno, generalmente más superficial, más limitado y adaptado a la instrucción de las multitudes, el otro de más profundidad y elevación…”
Y su opción fue por la enseñanza, desempeñándose a partir del período 1867 /1868 como Lector en Sagrada Teología y al año siguiente se añadiría a su función de Lector, el de Regente de Estudios.
[…]