Una obra donde podrá conocer el camino de paternidad de Fray Reginaldo Toro. Su obra dentro de la Orden de Predicadores, su tarea docente, su visión pedagógica y la fundación de una Congregación religiosa; su labor como Obispo de la Diócesis de Córdoba y La Rioja, las visitas pastorales, la coronación de la Virgen del Rosario del Milagro, su tarea convocando a nuevos institutos religiosos y los últimos años de su episcopado, la creación de parroquias y sus años de enfermedad.Este es un libro que nos lleva a encontrarnos con fuentes históricas: documentos, mapas, imágenes, muy bien trabajadas por su autora, la Historiadora Liliana de Denaro, quien en su introducción escribe lo que sigue:
“Todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad” LG 40. Es decir, todos estamos llamados a la santidad cristiana que consiste en el ejercicio perfecto de los deberes simples y humildes de la vida de cada día.
Nadie nace cristiano perfecto sino que realiza esfuerzos continuos para evitar los errores y las pequeñas imperfecciones, porque desea vivir en y con Cristo. Y en esta búsqueda, los modelos de vida evangélica inspiran y son intercesores por nuestras necesidades ante Dios. De allí que, en todos los tiempos y culturas, la comunidad cristiana haya deseado ver canonizado a uno de sus hermanos con quienes compartieron la fe y la misma cultura.
El pueblo argentino no está ajeno a esa necesidad y alienta la fe, conocer a los cristianos que han vivido el Evangelio a fondo y cuya ayuda recibimos más allá de su muerte.
Un vecino de Córdoba, que transitó sus primeros años en la ciudad de San Miguel de Tucumán fue respetado por sus virtudes sacerdotales, apreciado por su acción de ciudadano íntegro, destacado por su actividad en pos del progreso espiritual de su feligresía.
Hago referencia a Fray Reginaldo de Santo Domingo Toro op, que había nacido en la ciudad de San Miguel de Tucumán el 31 de julio de 1839, en el seno de la familia formada por don Carlos José Toro y doña Ignacia Mendoza, imponiéndosele el nombre de Ángel José en la pila bautismal de la iglesia Matriz, el 2 de agosto de dicho año. Fueron sus padrinos José María Méndez y Mercedes Santillán. La familia, bendecida con siete hijos, había crecido en la devoción Mariana, particularmente en la advocación de la Virgen del Rosario. Así lo manifestaba Fray Reginaldo en la Pastoral del año 1896, con motivo de organizar la recepción de los peregrinos que marchaban al Santuario, expresando:
“… sin dar culto a María del Rosario no puedo estar tranquilo sino pesaroso, porque mis padres me hicieron conocer esta sublime devoción y la practiqué junto con ellos hasta los 18 años que los acompañé y retirándome del seno de mi familia y de mi país natal, encontré un otro pueblo que me hizo conocer los grandes consuelos y beneficios del Rosario. Me formé al lado del verdadero hijo de Domingo de Guzmán, mi Padre; tuve por Director Espiritual al humilde y virtuoso religioso, al apóstol del Rosario, al P. Olegario Correa […] quien consolidó en mi alma esta devoción y cada día se aumenta.”
Vivían en una digna pobreza, en la cual si hubo una época floreciente no conoció el lujo ni la pobreza. Pero, pocos años después, don Carlos José falleció repentinamente en San Miguel de Tucumán – el 6 de agosto de 1851 – siendo sepultado en el cementerio de la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación.
La muerte del jefe de familia puso en serias dificultades económicas a sus miembros porque dejó seis niños de corta edad: la hija menor, recién nacida y el mayor contaba con apenas doce años.
La vivencia espiritual de la familia hizo que fructificaran dos vocaciones religiosas, al amparo de la Virgen del Rosario: Ángel José que recibiría el nombre de Fray Reginaldo de Santo Domingo y Virginia que el 13 de mayo de 1877 ingresó a la Congregación de las Hnas. Domínicas de Sta. Catalina de Siena en Albi, congregación terciaria francesa, establecida en los estados del Río de la Plata. (…)
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