¡Hola a todos! Éste es el testimonio de una niña ya adulta. Mi nombre es Lorena Paola Morales, tengo 35 años de edad, soy Contadora Pública de profesión y vivo en la Provincia de La Rioja Capital. Estuve en el Hogar del Carmen desde el año 1989 hasta el año 1999 aproximadamente.
Vivir en el Hogar… «lo mejor que me pudo pasar»
Hoy, siendo mamá de un niño de 8 años y ya una mujer adulta y consciente de muchas cosas, de mi vida, de la vida misma y de todas las adversidades por las que pasan muchas familias, puedo decir que el haber sido una niña que estuvo internada en uno de los Hogares de niñas de la Congregación de Hermanas Dominicas de San José fue lo mejor que me pudo pasar.
Mis padres, antes de que mis hermanas y yo ingresáramos al hogar, no estaban en buenas condiciones para poder cuidarnos y educarnos. Son los mejores padres que pude haber tenido, hicieron lo mejor que pudieron desde que nos dieron la vida a mis hermanas y a mí, y lo mejor que hicieron por nosotras fue aceptar que no podían darnos lo que necesitábamos. El hecho de permitir que las hermanas nos brinden todo su amor, sus cuidados y sus valores es algo que siempre les agradeceré.
Crecer con las nenas del Hogar del Carmen fue toda una experiencia de aprendizaje, hoy son mis hermanas de la vida y las Religiosas de la Congregación son mis madres del corazón.
«Yo no entendía»… Aprendiendo a ser mujer
Desde pequeña una niña no entiende muchas cosas, yo no entendía… no entendía por qué estaba allí. Claro, es lógico, una niña siempre va a querer estar con sus padres y, además, la verdad es que yo era un poco peleadora con mis compañeras del hogar… (me río mientras lo cuento), siempre me gustó hacer lo que yo quería. Más, siempre me dijeron que de grande lo iba a comprender y yo me molestaba con esa respuesta (siguen mis sonrisas). Igual, sí me daba cuenta que no podía estar con mis padres, no podían cuidarme, debía quedarme en el hogar y lo aceptaba.
En el Hogar del Carmen, aprendí a compartir-aunque como a muchos niños, a mí también me costó un poco – (siguen mis risas). Lo que más aprendí es que siempre tendré a mi lado un papá y una mamá, sí, Dios y la Virgen María, nunca iba a estar sola y siempre que me sintiera triste o sola o que tuviera alguna dificultad, ellos estarían conmigo y ¿saben qué? siempre fue así…
Con las hermanas de la congregación aprendimos a jugar, a rezar, a cuidar de nosotras mismas, a limpiar lo que utilizábamos, a respetar los horarios de comidas del día y a respetar y a apreciar a los demás. Ellas, también nos llevaron de vacaciones a los encuentros de Hogares que hacían en las sierras de Córdoba y conocimos chicas de los hogares de Corrientes y de Córdoba, nos hicimos amigas y aprendimos a convivir con ellas también.
Me gustaba salir con todas las niñas al centro y con alguna de las Hermanas de la congregación, íbamos a las procesiones, a la plaza y también a la escuela, era divertido ir todas juntas. También me gustaba estudiar todas juntas, con ayuda de las hermanas y de otras personas que nos ayudaban con las tareas de la escuela. Siempre fue lindo tenerlas como familia cada nuevo día.
En el Hogar del Carmen jugué mucho, disfruté del estudio, de los viajes, de los horarios de oración, de las risas y de la enseñanza de las religiosas de la Congregación. También disfruté mucho de todo el personal que trabajaba en el Hogar.
Siempre tengo en mi mente a las hermanas y su humanidad. Aprendí a agradecer y valorar la vida que mis padres me dieron, y todo lo que la divina providencia me ha regalado.
No conozco en profundidad la obra del Padre Reginaldo, las Hermanas de la Congregación de Hermanas Dominicas de San José me regalaron valores que me enseñaron a ser Humana, noble y valiente, creo que esas fueron sus enseñanzas.
«Gracias, gracias, gracias por tanto AMOR»
Las hermanas siempre me acariciaron el Alma y yo siempre les estaré muy agradecida por todo su cariño, su nobleza y por su dedicación. Dejar todo para seguir a Jesús y abrazar a la humanidad es algo que no todos somos capaces de hacer. Desde el fondo de mi corazón a todas mis bellas madres de la Congregación de Hermanas Dominicas de San José, Gracias, gracias, gracias por tanto AMOR.
Y por este medio espiritualmente agradezco a mi Madre y a mi Padre espiritual, la Virgen y Dios, que siempre me abrazan y me acompañan.
Gracias al Padre Reginaldo por haber creado ésta bella congregación, por todo lo que hicieron y siguen haciendo por la humanidad.
Abrazos y bendiciones a todos y a todas.