Por Dra. Fabiola Bastos
Los tiempos actuales ofrecen múltiples posibilidades para guiar y acompañar el crecimiento de nuestros niños, niñas y adolescentes. El desarrollo tecnológico nos permite estar conectados las 24 horas y hasta seguir la ubicación espacial de las personas en tiempo real.
Así también, han caído muchas barreras sociales que en otros tiempos dificultaban el diálogo entre una y otra generación, haciendo posible una comunicación más fluida entre padres e hijos.
Sin embargo, también hay que admitir que la sociedad de nuestros días presenta y en algunos casos hasta facilita, la adopción de conductas de riesgo que atentan contra la integridad y la salud de nuestros chicos.
En este sentido, cobra especial relevancia la “comunicación intrafamiliar”.
La comunicación tiene lugar cuando se da un intercambio de información entre dos o más personas, de tal manera que lo que una dice o hace incide sobre la otra y viceversa. Este proceso de interacción entre las personas puede ser fluido o no y cuando se da al interior de las familias, puede verse afectado por diferentes factores internos o externos.
Los beneficios de una buena comunicación familiar
- Mejora las relaciones personales en familia.
- Permite detectar determinadas situaciones de riesgo a las que puedan estar expuestos los niños y adolescentes, siendo la puerta de entrada para una intervención oportuna por parte de los adultos de la familia.
- Facilita el aprendizaje de habilidades sociales y de comunicación, las que constituyen un importante factor de protección frente a conductas de riesgo como el consumo de alcohol, tabaco y droga, conducta sexual temprana, aislamiento social, depresión, etc.
¿Cuáles son los factores que favorecen la comunicación familiar y que nos permiten estar alertas frente a estos riesgos?
– Destinar un tiempo y espacio habitual de comunicación: privilegiar momentos especiales, como las comidas en familia, la caminata o el viaje hacia el colegio, etc. También es importante aprovechar aquellos momentos en que los hijos sienten que quieren compartir algo con sus padres, dándoles siempre la oportunidad de hacerlo.
– Estar accesibles en algún momento del día: procurar que las urgencias y tensiones de la vida laboral y social no absorban nuestras jornadas completas, reservando un tiempo diario que, aunque pequeño, sea dedicado en su totalidad a los hijos.
– Iniciar conversaciones para mostrar interés por sus cosas: no esperar siempre que los chicos sean los que pregunten. Para eso, es importante prestar atención a las conversaciones que tenemos con ellos para poder continuarlas posteriormente en caso necesario y para que ellos perciban nuestro verdadero interés por sus asuntos.
Existen momentos o situaciones claves que son particularmente adecuados para hablar de estas cuestiones vinculadas a conductas de riesgo: cuando los mismos chicos lo piden, cuando surja el tema espontáneamente, cuando comienzan a salir con el grupo de amigos y ante un evento festivo donde se encontraran más expuestos.
En el caso de consumo de alcohol o drogas, no hay que abordar este tema cuando el adolescente llega a casa bajo su efecto. Lo indicado es esperar al día siguiente, una vez que hayan desaparecido los efectos.
– Mostrar la voluntad de no juzgar: la comunicación intrafamiliar adecuada exige estar mediada por el cariño y la ternura. Constituye una valiosa herramienta de acompañamiento de nuestros hijos no para el simple control de sus vidas, sino para saber, parafraseando al Papa Francisco, dónde se encuentran ellos existencialmente. Es decir, qué piensan, qué los alegra, qué les preocupa, qué sentimientos y emociones experimentan y cuáles son sus necesidades más urgentes e importantes.
Hablar de conductas de riesgo en la familia, implica brindar información objetiva, cierta y clara al tiempo que indagamos acerca de las opiniones de los chicos, por ejemplo, sobre las drogas y otras conductas de riesgo. Siempre teniendo en cuenta que es propio de los adolescentes tender a minimizar las conductas de riesgo.
Es importante sostener durante toda la charla nuestro papel de adultos, sin rigideces que cierren la puerta a la comunicación, ni reacciones que subestimen la verdadera importancia de estos temas.
Conviene orientar la conversación en términos de “efectos buscados” y “efectos no deseados” para así poder indagar acerca de los saberes y creencias que los chicos disponen y proporcionarles información concreta que los ayude a tomar posición para luego adoptar las decisiones más convenientes.
El manejo adecuado de normas y límites que contengan la dinámica familiar es otro factor fundamental de prevención de conductas de riesgo y lo abordaremos en la próxima entrega.
* (Basado en material del curso Cátedra Proyecto Hombre. Universidad de Padres. España. 2019).