El carisma dominicano siempre vigente para edificar un mundo mejor

0
1289

 

Escribe: Fray Sebastián Cima, convento de Córdoba

Todo fraile dominico tiene el anhelo por un mundo mejor y sabe que eso es posible si «Proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta con toda paciencia y deseo de instruir».

Este anhelo estuvo grabado en el corazón del joven Ángel José Toro, quien tomó el nombre de Fray Reginaldo de Santo Domingo cuando ingresó a la Orden de Predicadores en el año 1859. Su primer contacto con la fe lo recibió de su familia, pequeña Iglesia doméstica que el Señor bendijo y acompañó de manera especial. Siendo adolescente entró en contacto con frailes dominicos y franciscanos. Todo esto lo llevó a aceptar la invitación de Jesús siguiéndolo en pobreza, castidad y obediencia dejando su tierra natal, San Miguel de Tucumán, para entrar en el Convento de los dominicos en la ciudad de Córdoba.

A través de la historia, la vocación a la vida religiosa ha partido siempre de un llamado concreto que el Señor nos hace para llevar la Buena Noticia a todo el mundo y así hacerlo mejor con la ayuda de la Gracia. Nuestro carisma dominicano se identifica con el amor la Verdad que tiene dos acciones muy específicas: la contemplación y la comunicación del fruto de esa contemplación. Es un amor concreto a Dios que quiere ser conocido y a los hombres que necesitan conocerlo.

La contemplación nos exige asumir una actitud de recogimiento interior, no podemos contemplar cuando estamos dispersos en miles de actividades, por eso se recomiendan la práctica de las mortificaciones, palabra no bien vista en la cultura actual. Éstas nos ponen en el umbral de la contemplación; luego la oración personal y comunitaria, el estudio y la vida en comunidad nos permiten entrar en el templo donde el corazón se encuentra con Dios. La experiencia de la contemplación así vivida, nos llena de la alegría que debemos comunicar a los hermanos haciendo un mundo mejor.

El padre Reginaldo se dejó seducir por este amor a la Verdad a quien buscó defender y propagar cuando veía cómo el avance de las ideas revolucionarias e independentistas distorsionaban la realidad “sacando” a Dios del ámbito social. Esta creciente secularización estaba acompañada con una fuerte relajación de la vida religiosa. Debido a su gran compromiso por restaurar las fuentes del Carisma Dominicano en la Provincia Argentina de San Agustín, ni bien ordenado lo eligieron maestro de novicios para exhortar con toda paciencia e instruir a los formandos a su cargo, buscando siempre el equilibrio entre recogimiento interior para habar con Dios y salida de sí para hablar de Dios.

El mayor desafío de los formadores dominicos es trasmitir la pasión por el amor a la Verdad a sus formandos, porque no es un amor abstracto, al contrario es un amor vivo que urge a la acción, que apremia a comunicar a los demás aquella verdad y vida divina que ha sido asimilada en la contemplación y vivida en la Comunidad. El Padre Reginaldo tenía grabado a fuego aquello que Domingo pedía a todo novicio: Obediencia y compromiso de la vida comunitaria, porque gracias a ellas se genera el ambiente en el que edificamos nuestro ser fraile dominico.

En la vida comunitaria aprendemos a ser frailes encontrándonos con hermanos que son referentes, como fue el caso de Fray Reginaldo Toro y Fray Olegario Correa. La tarea que comenzó éste con la restauración de la Observancia Dominicana en el Convento de Córdoba, la prosiguió aquél mostrando la continuidad de la acción del Espíritu Santo en la Iglesia.

Tanto en tiempos de fray Reginaldo como en la actualidad, la vida comunitaria no sólo dispone a la contemplación sino también a la acción apostólica, toda batalla combatida con ánimo concorde (unidad) conduce a la victoria segura escribía el Beato Humberto de Romans.

Finalmente es fraile dominico se sabe protegido especialmente por la Virgen María, sabiendo que ella nos toma fuerte de la mano cada vez que con nuestros dedos vamos desgranando el Santo Rosario. Fray Reginaldo tuvo un amor especial por la Santísima Virgen María y por el Rosario, grande fue su alegría cuando siendo Obispo de Córdoba coronó a Nuestra Señora del Rosario del Milagro. La Virgen Patrona de Córdoba a quien hoy seguimos venerando en su casa (Basílica de Nuestra Señora del Milagro) fue testigo silenciosa pero muy solícita de las peticiones que fray Reginaldo hiciera con profunda devoción. Hoy también nosotros los frailes dominicos la contemplamos pidiendo que el ejemplo de uno de los hijos predilectos de nuestro Padre Domingo, Fray Reginaldo Toro, siga inspirándonos a amar la verdad para comunicarla haciendo un mundo mejor.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí