Esposo solícito, padre providente, trabajador incansable…protector y guía

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¡Qué gratas sorpresas nos traen los regalos!, ¡qué felices nos hacen saber del afecto manifestado en ellos!. Recibir un obsequio como muestra de consideración es de alguna manera ser reconocido por alguien. Fray Reginaldo le hizo a San José un regalo precioso, de un valor incalculable. Con ese regalo quiso agradecerle y rendir un homenaje por «por los servicios que prestó al Señor y su Santísima Madre viviendo bajo su amparo y custodia y siendo alimentados por El con el sudor de su humilde trabajo». El obsequio dado fue la Congregación de Dominicas a la que puso bajo su cuidado y protección.

San José, de alguna manera es el dueño de la Congregación y de cada uno que pertenece y está vinculado a la Obra. Reginaldo también acostumbraba a decir, «el rebaño que tanto te pertenece».

Silvia Pereyra, expresa con su testimonio esta pertenencia. A San José lo fue conociendo con el correr del tiempo, y ésto nos comparte.

Testimonio

Desde niña supe que San José era el esposo de María y padre adoptivo de Jesús.

Cuando comencé a trabajar en el colegio «De San José», de Las Hermanas Dominicas y tuve que preparar clases alusivas a él, novenas y actos escolares a San José Obrero el 1º de Mayo, leyendo más sobre su vida descubrí que este santo silencioso (porque de él no se conoce que haya dicho nada)  actuó siempre para proteger y cuidar la vida de Jesús y María.

Que tuvo una confianza absoluta en Dios y aceptó a María embarazada por obra del Espíritu Santo, propio de un hombre valiente y decidido en su fé, como también de inmensa perseverancia para encontrar la posada que los acogiera aquella noche de luz para la humanidad del nacimiento del Mesías.

¡Qué admirable fue su obediencia a Dios para tomar a María y al niño y su fortaleza para huir a Egipto y salvarlos de la persecución!… y después cuando Dios se lo reveló volvió a Nazaret.

Comprendí que fue un hombre silencioso pero siempre presente para servir a su familia, que no dudó nunca en posponerse para lograr el bien común. Fue ese vacío de amor para que resaltara la luz de Jesús y María, esa sombra donde destacó la vida de su esposa y de su hijo.

De José se sabe muy poco pero vivió para que se cumpliera el plan de Dios  con la humanidad.

¡Qué inmenso amor el suyo, esposo solícito, padre providente, trabajador incansable, hombre ejemplar, protector y guía!

Sus virtudes me han ayudado inmensamente a mí y a mi familia para superar momentos difíciles, donde la fé y la confianza en la providencia de Dios eran nuestra guía.

Él siempre fue para nosotros un ejemplo admirable porque siendo un hombre fuerte de carácter para el duro trabajo de carpintero, supo aceptar con humildad el don y la Gracia de escuchar a Dios a través de su mensajero el ángel Gabriel para obedecerle totalmente con una fé y un  amor inmensos.

Esas virtudes ayudaron a hacer posible la presencia del Salvador de la humanidad mediante un amoroso cuidado del niño y su madre. 

¡Cuántas veces hemos recurrido a él como intercesor en nuestras necesidades y nos respondió escuchando nuestras súplicas!

Silvia Pereyra, ex docente del Colegio De San José

 

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