Gran Patrón de la Iglesia, míranos

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Hace más de 50 años que los restos de fray Reginaldo Toro descansan en la Capilla De San José, como si este Santo Patrono lo tuviera en sus brazos, y en su corazón, frente al Dios eterno. Reginaldo puso en manos de San José su precioso rebaño, la Congregación, y cada una de las obras donde ella está presente, su gente, sus vidas, sus alegrías y dolores. Estamos convencidos que desde ese lugar privilegiado nos continúa mirando y bendiciendo, intercediendo sin descanso por cada uno, y pidiendo a San José: «Gran Patrono de la Iglesia, no perdáis de vista a este rebaño que tanto te pertenece».

La Capilla De San José, está ubicada a mitad de cuadra entre la Casa Madre y el Colegio del mismo nombre, en la ciudad de Córdoba. Una ex alumna nos comparte su amor y devoción a San José aprendido en su paso por el Colegio, heredera de la espiritualidad de Reginaldo.

San José, me tomaste de la mano y no me soltaste jamás…

¿Quién se disgusta cuando siente el amor de su mamá, de su papá, de un amigo, un hermano? ¿Quién acaso, no disfruta de la ternura y el amor que otros nos ofrecen sin esperar nada a cambio?

Así fue mi camino entre las paredes altas, los pasillos largos, las escaleras interminables de ese colegio tan gigante que mis ojos de niña de 5 años podían admirar. Cobijaron los más hermosos recuerdos: el primero cuando admiraba la figura de San José en nuestro espacio de formación de las salitas de Jardín, (así le llamábamos antes), pensaba si a mí me quería, me amaba como al niño que tenía en sus brazos. Y no fue fácil descubrir que el papá de Jesús, también me amaba a mí.

Lo que disfruté en esas aulas, patios, oratorios y la gran iglesia: tantas compañeras, (aunque recuerdo que en el jardín, fuimos uno de los grupos mixtos). Los días de San José, todos los 19 de marzo, nuestros corazones de niñas y adolescentes más tarde, se llenaban de alegría porque preparábamos la fiesta de nuestro patrono!!!Y es tan gratificante que, después cuando muchas de nosotras terminaron el colegio secundario, volvíamos, nos encontrábamos en esa Misa tan especial.

Mis manos y las de mi familia

Tan particular fue, y es el testimonio de docentes y religiosas que acompañaban nuestra educación, y por supuesto, este papá de Jesús, que también a mí me tomó de las manos,  que mis hijos, 2 niñas y dos niños, pasaron también por esas aulas: mis varones tuvieron la gracia de San José de hacer su salita de 4 y 5 años y luego se volvió a cerrar hasta hace un par de años más tardes que se convirtió en colegio mixto. Ellos, como mi esposo vivieron en carne propia, hicieron la experiencia de ese gran amor de Padre providente, así lo llamo yo cada día de mis días, que no nos suelta, que no nos abandona, que al igual que a su hijo me ha y nos ha enseñado la dedicación por amor, la entrega por amor, el esfuerzo por amor recompensado siempre por nuestro Padre Dios que ve en el interior de cada persona. Eso vivió y vive  mi familia: mi esposo y yo siempre decimos que aunque nuestra familia es numerosa, debemos asemejarnos a la familia de Nazaret: cuidándonos unos a otros, amándonos, siendo testimonio de amor y entrega silencio en la tarea diaria, eso ven, sienten, viven nuestros hijos.

Creo que mis hijos, y especialmente mis hijas que pasaron más tiempo en el colegio “de San José” aprendieron de él su ternura, su  acompañamiento silencioso, que  aún en las tormentas, en la dificultad, debemos confiar en nuestro padre Dios, tal como lo fue manifestando San José y el mismo niño Jesús fue aprendiendo, viviendo…

Mi esposo, que esto de ser Padre Providente, no es sólo proveer a la familia de bienes materiales, sino poner nuestros sueños, nuestros esfuerzos, nuestra familia, junto a nuestro trabajo, en las manos del Señor: sin Él nada podemos.

Y yo qué puedo decir más de lo expresado: Que cuando San José me tomó de la mano no hizo otra cosa que mostrarme a Jesús, hacerme conocer  el corazón de nuestra Madre y develar la misericordia del Padre, me ayudó a profundizar mi fe, la esperanza y el amor, a acercarme a Dios y siento no concebir mi vida, la de mi familia, sin Él.

Hoy trabajo en un colegio San José, de nuestro centro de Córdoba: San José sigue tomándome de la mano…

Mónica L. Quevedo. 47 años, promoción 91, y familia Vergel.

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