Por Dra. Fabiola Bastos
La E.S.I. como propuesta de acompañamiento en el proyecto vital de niños y adolescentes que proponemos desde este espacio, se sustenta en una concepción personalista, es decir una manera de entender la realidad que ve en cada ser humano a un ser único en su dignidad, merecedor de absoluto respeto desde el momento en que comienza su existencia en el mundo y hasta la muerte natural.
La defensa de la vida humana se constituye así en uno de los principios no negociables de la ESI centrada en la persona.
En los tiempos actuales, dominados por una mentalidad egoísta donde no todos están de acuerdo en que los débiles necesitan ser incluidos especialmente, la persona no nacida (que es la más indefensa), no siempre es respetada en su elemental derecho a vivir.
Los relegados
El Papa Francisco no deja de alzar su voz en defensa de todos aquellos que este mundo ha relegado a las “periferias existenciales”: todos los que viven situaciones de pobreza material y espiritual y se ven privados del amor de Dios y de los demás hombres. Ellos requieren que salgamos a su encuentro y el embarazo vulnerable constituye una de estas periferias que nos interpela y nos llama a salir al encuentro del otro
En consonancia con el mensaje de Francisco, asumimos el legado que el Padre Reginaldo Toro dejara a sus hijas: “Abrazar a la humanidad doliente”.
Hoy, las mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad y los hijos que llevan en su vientre integran esas “periferias existenciales” que menciona Francisco y se identifican con la humanidad doliente que espera nuestra asistencia y consuelo.
Francisco nos propone la defensa de la vida humana por nacer y afirma contundentemente que ese niño o niña siempre constituye un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Así lo expone en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium:
(213). Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno. La sola razón es suficiente para reconocer el valor inviolable de cualquier vida humana, pero si además la miramos desde la fe, «toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre».
La desprotección del niño por nacer constituye una realidad humana que estamos llamados a abrazar, desde la comprensión y la misericordia, poniendo todo nuestro esfuerzo en la construcción de la cultura de la vida, a la vez que reafirmamos nuestra gratitud a Dios por el inconmensurable don de la vida.
Celebramos la vida. Invitación a las Escuelas Cristianas de Córdoba.