Carta Pastoral. Coronación de la Virgen del Milagro y del descubrimiento de América

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CARTA PASTORAL DEL Iltmo. Sr. OBISPO DIOCESANO. Con motivo de las próximas fiestas de la Coronación de la Virgen del Milagro y del Descubrimiento de América.Córdoba 1892.

NOS- Fray Reginaldo Toro, de la Órden de Predicadores por gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Obispo de Córdoba en la República Argentina, etc. Al Venerable  Dean y Cabildo Eclesiástico, Clero secular y regular y Pueblo fiel de nuestra Diócesis.

Preparate corda vestra domino, et servite el soli. I. Reg. VII.3.

I

Se acerca a grandes pasos el día en que iremos juntos a rendir homenaje coronando la venerada Imagen de Nuestra Señora del Rosario, la «Virgen del Milagro», añadiendo una nueva gloria, un brillo nuevo, un acto de fe y de amor más por todos los beneficios que hemos alcanzado por la intercesión de esta nuestra Madre amorosa, que tantas veces ha presentado nuestras plegarias, expuesto  nuestras miserias y necesidades al pie del trono de su Santísimo Hijo, rogando por los que no lo merecían y pidiendo por los que experimentaban cualquier género de calamidad en justo castigo de sus culpas y extravíos; siempre interviniendo con misericordia, compadeciéndonos como madre, jamás rechazando a ninguno que invocase su protección, que implorase su auxilio, que se encomendase en sus ruegos; a la Señora que Dios halló digna de ser la más bendita ente todas las mujeres, perfecta cual ninguna criatura y sin pecado. Con semejante intercesora no hay que temer negativa cuando nos acercamos con humildad y confianza en El que todo lo puede y que nos amó hasta derramar sus sangre por salvar nuestras almas de la muerte eterna.

II

Nos hemos preparado, como sabéis, una preciosa corona para con ella ceñir las sienes de la Imagen de nuestra Señora del Rosario, como prenda de nuestro amor, nuestra gratitud y nuestro indeleble recuerdo de tantos beneficios recibidos por su mediación en nuestras horas de penas, de sufrimientos y males de toda especie a que el hombre está sujeto en este valle de lágrimas, en esta tierra de prueba y preparación apara una vida sin fin en las mansiones del cielo, de que el Señor mismo nos ha dicho: que ni ojo vio, ni oído oyó, ni corazón del hombre sintió jamás lo que Dios tiene preparado parra los que le aman en espíritu y en verdad -a dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.

La obra que hemos emprendido, ha sido obra de amor, cuyo valor moral está fuera de toda apreciación; pero aún considerada en su parte material, es obra de corazón. Hemos dado de nuestros bienes, y sabemos que muchos habrían dado aún considerablemente más si posible hubiese sido.

Las preciosísimas coronas y la espléndida fiesta que se prepara, llevan testimonio del desprendimiento generoso de nuestros queridos diocesanos y de la república entera. La asistencia personal, o por representante, del Exmo. Sr. Presidente de la República, el actual y el proclamado, del Exmo. Y Rvmo. Sr. Arzobispo, de casi todos los Ilmos. Sres. Obispos y Sres. Gobernadores de las Provincias, responde con voz sonora que esta coronación de la Madre de dios y nuestra, es regocijo nacional, verdadera fiesta nacional, tributo de homenaje nacional rendido a la Santísima virgen de Nazareth. Loado sea Dios en las alturas, que nos ha permitido presenciar semejante unión religiosa, y paz en la tierra argentina a los hombres de buena voluntad!

III

Las oblaciones que hasta hoy habéis presentado con este fin, son sin duda alguna meritorias y agradables a Dios, porque son obras de amor sencillo y puro a esta Madre Excelsa que nos recibió como hijos suyos, que nos protege y nos ama por ser hijos también de Dios y aspirantes al cielo, donde ella brilla en su trono como Reina de los ángeles y los santos. Pero estos dones demandan estar acompañados de obras espirituales para ser más aceptables ante los ojos de nuestro Padre Celestial y llenar las condiciones que Él mismo nos impuso para ganar plena y completamente el perdón de nuestras faltas con la gracia divina y vivificante, con la que el hombre se hace digno de la gloria, auxiliado y fortificado con los ruegos y la mediación de nuestra muy amada Reina la Virgen María, que llamamos del «Milagro» por tantos beneficios y gracias sorprendentes y maravillosas con que Dios ha premiado la fe y devoción de los fieles en nuestra diócesis y en el país entero.

Como preludio de la gran fiesta y con el fin de preparar nuestras almas para recibir con mayor provecho los dones y las gracias especiales de dios y de su santa Iglesia, ordenamos que en todos los templos de esta ciudad se celebre un Triduo durante los días 28, 29 y 30 del presente mes, con letanías de los santos después de la misa mayor y con rosario y cánticos devotos por la noche. En esta última distribución (que por justas consideraciones dispensamos a los Monasterios y demás Casas religiosas)! Queremos que en las Iglesias sujetas a nuestra autoridad se predique una plática instructiva y piadosa, apropiada a las circunstancias, lo que también recomendamos a los Prelados Regulares procuren hacer en las suyas.

En cada día del triduo, se dará un repique general a las 6 de la mañana, tres al mediodía y al toque de oraciones, como en la víspera de las grandes solemnidades, y uno a las 8 de la noche después del toque de Animas.

Unidas las prácticas antedichas a las devociones particulares de cada uno y a la confesión y a la comunión servirán de saludable preparación para ganar las indulgencias especiales concedidas para esta sola fiesta de la coronación; solemnidad especial también ofrecida por los hijos agradecidos a su santísima Madre.

IV

Nuestro Santísimo Padre León XIII concede una indulgencia plenaria para el día de la coronación o uno de los siete subsiguientes, que cada uno podrá elegir a su arbitrio, confesando y comulgando, visitando la iglesia propia de nuestra sagrada Imagen y rogando como de costumbre, por las necesidades de la Santa Iglesia y la intención del Sumo Pontífice, como veréis en el Breve que publicamos al fin de esta Pastoral. Esta indulgencia, como extraordinaria, debe entenderse sin prejuicio de la que desde tiempos antiguos está concedida para el día del Rosario y su Octava; y por lo mismo conviene que los fieles elijan distintos días para lucrar una y otra.

Por lo que a Nos toca, concedemos además 40 días de indulgencia por cada visita hecha a una iglesia y por cada acto de piedad, durante el enunciado Triduo, el día de la coronación y los siguientes hasta el día 9 de Octubre, octava del Santísimo Rosario.

Si a esto añadiéramos nuestras plegarias por la paz exterior e interior en nuestra amada Patria, fecundidad para la tierra, caridad entre los hombres que se glorían de llamarse cristianos; porque seamos preservados, o libertados mas bien, de  pestes y de plagas y no nos falte el pan de cada día, habríamos alcanzado la mayor felicidad que es dable conseguir en este mundo al hombre pobre y caído, cuya herencia segura es el infortunio. Y debemos confiar en que la Santísima Virgen del Rosario, que siempre se mostró tan compasiva en nuestras angustias, hoy, agradecida a nuestros filiales obsequios, nos alcanzará grandes bienes espirituales, y aún los temporales por añadidura.

V

Hay todavía otro asunto que nos toca de cerca.

El 12 del mismo mes de octubre del presente año se cumple el cuarto Centenario del día venturoso en que Cristóbal Colón descubrió la tierra de América, trayendo consigo la luz del Evangelio, plantando en este nuevo mundo la cruz, inclinando todas sus obras a favor de la religión y abriendo para millones de hombres el camino hacia una nueva Patria, una vida mas fácil, dulcificando el carácter de sus habitantes, suavizando sus costumbres, con todos los demás beneficios propios de la civilización cristiana, que desde entonces comenzó a lucir en este continente.

El mismo Sumo Pontífice reinante en su Encíclica fecha 16 de julio último a los Arzobispos y obispos de Italia, España y ambas Américas, ha dispuesto -como recuerdo y gratitud por tantos bienes obtenidos, tantas almas convertidas, y la religión cristiana difundida sobre estos inmensos territorios,-  que en todas las catedrales y colegiatas de los mencionados países se celebre en ese día (o si entonces no se pudiese, el primer Domingo siguiente) una misa a la Santísima Trinidad.

Nos, en cumplimiento de lo ordenado por Su Santidad, y deseando que esta función de acción de gracias no se limite a nuestra ciudad episcopal, sino que también tomen participación en ella los principales centros de población de nuestra vasta Diócesis; al anunciar que en el mencionado día celebraremos de pontifical en nuestra Iglesia Catedral una solemne misa con oración gratulatoria y Te-Deum, recomendamos a todos los Curas de las demás ciudades y campaña procuren hacer una función semejante, exhortando al pueblo para que coopere a ella, recordándole los bienes que Colón nos ha traído con su descubrimiento; por lo cual es justo que en aquel día se tributen especiales acciones de gracias al Supremo Dispensador de todos los bienes, y se le pida la mayor glorificación de su siervo, a quien piadosamente suponemos en el número de los bienaventurados.

VI

Antes de concluir, queremos recordar a todos nuestros diocesanos y visitantes que se acercan a la gran fiesta de la Coronación, que honrará a toda la República, que se trata de una fiesta eminentemente cristiana, en que no deben buscarse los goces materiales sino las justas expansiones a que se entregan los espíritus poseídos de la fe y del sentimiento religioso, que deben detestar los vicios y los rencores de que por desgracia no estamos exentos en la actualidad; suplicando a todos que observen la mayor devoción y orden en aquel solemne acto, como igualmente en las procesiones y demás funciones religiosas que con él se relacionen.

Queremos que estas nuestras Letras se lean en todas las iglesias de esta ciudad a la hora de la misa mayor el Domingo 18 del corriente, circulándose a todos los Párrocos de la Diócesis para que les den cumplimiento en la parte que les concierne.

Hermanos e hijos míos! Postrémonos ante el Dios Soberano, adorándole de todo corazón pidiéndole luz, misericordia y caridad entre nosotros todos, que su bendición y su gracia nos fortifiquen, nos conduzcan en esta vida, encaminándonos para la otra.

Y tú, Madre nuestra, Santísima Virgen mediadora! Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte. Ave María.

Dada en nuestro Palacio Episcopal el día de la Natividad de María Santísima, ocho de Setiembre, año del Señor 1892.

FRAY REGINALDO

Obispo de Córdoba