Presentamos la Carta Pastoral de 1893 sobre el tiempo de Cuaresma que Nuestro Padre Reginaldo Toro, siendo Obispo escribía a todos los fieles de la Diócesis de Córdoba y La Rioja.
Esta Carta en Semana Santa, es una invitación a volver la mirada a Jesús Crucificado de la mano de un pastor que guió a la Iglesia de Córdoba, pero además quien vio nacer y crecer a la Familia de las Hermanas Dominicas de San José.
La lectura en Comunidad de esta Carta Pastoral nos anime a renovar nuestra entrega de cada día en fidelidad al llamado personal que Jesús nos hace para vivir este tiempo como “Tiempo de alegría, Tiempo de paz, Tiempo de salud espiritual”
PASTORAL 1893
Nos Fray REGINALDO TORO
POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SANTA SEDE APOSTÓLICA, OBISPO DE CÓRDOBA
Al Venerable Deán y Cabildo Eclesiástico, Clero Secular y Regular y pueblo fiel de esta Diócesis
Nuestro Padre Reginaldo nos invita a volver sobre nuestros pasos, volver a la Gracia de Dios
Viene otra vez el tiempo que nos recuerda la hora de volver sobre nuestros pasos como nos manda la Santa Iglesia nuestra Madre, que ordena a todos sus hijos de confesar sus faltas, comulgar por Pascua florida y hacer penitencia. Volver de nuevo a la gracia de Dios, reunirnos en su santa mesa, regocijarnos de su presencia, fortificarnos con el alimento espiritual que nos ofrece la salud de cuerpo y alma con que nos brinda una vez al año como mandato y tantas como nos lo permiten nuestras ocupaciones, nuestra inclinación y nuestra piedad.
Tiempo de alegría, Tiempo de paz, Tiempo de salud espiritual, sin la cual no hay ni puede haber verdadera salud corporal, pues la hora de verse libre de las cadenas en que los enemigos del hombre le atan a la vida presente, le engañan con sus falsos regalos, sus goces materiales y le halagan con excitar sus pasiones, con las glorias y riquezas de este mundo, con que brindó a nuestro divino Salvador mismo, y brinda aún a nosotros todos los días con grandes ganancias, con puestos honoríficos, con placeres y satisfacciones sin medida ni fin.
Nuestro Padre Reginaldo describe la realidad del momento, hoy sigue siendo actual.
La civilización tal como nos la presentan hoy alaba y glorifica todos estos bienes apetecidos. No ha llegado aún el momento, no digamos de rechazarlos ni de desdeñarlos, pero ha llegado el de proclamarlos respetables, útiles, necesarios. Se proclama a gritos la libertad de todo culto, la familia sin matrimonio eclesiástico, la escuela sin religión y más allá viene su verdadero objeto – la república social con su paraíso de igualdad, el estado sin Dios, la repartición de la propiedad, la disolución de la familia con escuelas y educación comunes y obligatorias. Así es a lo menos el objeto que gran parte de los agitadores persiguen más aun en el viejo mundo que entre nosotros donde, alabado sea Dios, no estamos aún tan refinados en civilización, tan pervertidos de alma ni destituidos de bienes terrestres como para desear semejante estado de existencia en donde reposar de las miserias y dolores de la vida, a veces casi insoportable para el pobre, que sin embargo entre los cristianos, nunca deja de vivir con las migas que caen de la mesa de su hermano y prójimo más afortunado y más rico en bienes materiales que él.
Nuestro Padre Reginaldo renueva la invitación a vivir en el único DUEÑO y SEÑOR de nuestras vidas.
Cuán diferente es el estado que nos enseña la religión de Jesucristo que nunca nos pretende guiar con la sabiduría del mundo, ni menos pretende que tengamos más Dueño y Señor que Él, ni otra ley religiosa y moral que la que Él nos dio y su Santa Iglesia nos enseñó –Amad a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo- Reposad en Dios. Él os sacará de todo peligro, de todo mal. Pero cumplid sus mandamientos y los de su Iglesia santa. Haced penitencia. Acercaos al altar de Dios, orad. Ayunad. Dad limosna y confiad en Él. Su palabra no faltará. El cielo y la tierra pasarán; pero de la ley, ni un punto, ni una tilde sin que todo sea cumplido.
Orad bien… la oración nos da PAZ
Él nos ha dicho: Todo lo que pidáis en mi nombre, mi Padre que está en los cielos os lo dará. ¿O tenéis a caso mayor confianza en aquellos que os prometen la felicidad en la tierra, bienestar y placeres de este mundo, entregados a su dirección, su sabiduría y habilidad humana? Humillad vuestras cabezas ante Dios. No os entreguéis al hombre. Enterrad bajo la ceniza vuestros pecados e iniquidades. Orad y confesaos, pues ya es la hora, y Dios el misericordioso no espera más para perdonaros, para colmaros de su gracia, para llamaros hijos suyos. Orad, pero orad bien. El que ora recibe grandes bienes del Señor, aún antes de alcanzar lo que pide: su oración reprime todas las turbaciones del alma, calma la ira, ahuyenta la envidia, apaga la codicia, disminuye el apego a las cosas perecederas y lo destruye, da la paz y luego nos sube al cielo.
Ayuno de lo que nos encadena
Ayunad, no sólo materialmente absteniéndoos apenas de los manjares que exciten vuestro delicado paladar; apartaos también de la concupiscencia del corazón y de la cabeza. Ayunad de los malos deseos, de la soberbia del alma, de la sed del dinero, del lujo, de los placeres y tantos otros deseos que nos encadenan y arrastran hoy más que nunca.
Dad limosna, a nuestra propia alma, a cada uno según su necesidad.
Dad limosna: ¿y a quien? a vosotros mismos, y a todos aquellos que lo hayan menester. A todo el que sufre corporal y espiritualmente: al sediento que pide un vaso de agua, al ignorante que solicita un buen consejo, al enfermo, al encarcelado una visita, dirás al afligido, al triste, al desgraciado una palabra de aliento, de consuelo, y al, destituido de todo, un óbolo. A cada uno según su necesidad y su caso – pero sin ostentación; de modo si posible que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda, de modo que darás limosna a tu propia alma, y en vez de ser huérfano serás hijo de Dios, hijo de Jesucristo, y que caerá sobre ti en toda su plenitud la divina palabra: “Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia” – Misericordia eterna.
Haced penitencia, es un bálsamo extraño.
Haced penitencia. Confiad vuestra debilidades al silencio eterno y absoluto del sacerdote que en este acto representa a Dios, que todo perdona, que os deja limpia el alma y libre el corazón del peso que antes oprimía una conciencia cargada del número de sus defectos, faltas y debilidades, de sus pecados contra Dios y sus prójimos. Y será hombre nuevo y dotado de raras y maravillosas cualidades espirituales: victorioso sobre un muladar (con Job), aunque vencido en el paraíso (con Adam).
La penitencia es un bálsamo extraño, misterioso, divino, pues, cura las languideces, da salud a los leprosos, resucita los muertos, aumenta la salud, conserva la gracia, endereza los cojos, da vista a los ciegos, ahuyenta los vicios, embellece las virtudes y protege y fortifica el alma.
Alegría en el cielo, por la vuelta del hijo pródigo.
Pero ¿para qué enumerar las excelencias de la penitencia y la absolución con que Dios Omnipotente nos premia – con más palabras? Es el mayor de todos los dones de su misericordia. Es la perfección de todas las perfecciones. Es el regalo de Dios al hijo pródigo, vuelto a la casa de su Padre pidiendo perdón: ¿Y cómo lo recibió? Le abrazó, le besó y mandó celebrar un banquete. ¿Creéis que este se ha concluido ya, que no hay más alegría en el cielo cuando el hombre pródigo que somos todos nosotros, vuelve de su camino extraviado a la casa de nuestro Padre destetando su vida que no nos perdonará todo pidiéndoselo arrepentidos y humillados como el hijo pródigo de quien nos contó Nuestro Señor? Si no hacéis penitencia todos pereceréis, dijo el Señor. El pecado no puede quedar sin castigo ni el pecador, no se castiga a sí mismo ¡Dios lo castigará!
Reginaldo, Obispo, Padre, Pastor y Amigo, nos invita a confesar nuestras faltas y recibir el PERDÓN…
Pero vuestro obispo, vuestro Padre, Pastor y amigo, que os dirige estas palabras al comenzar la Santa Cuaresma, no desespera de vosotros que tantas pruebas le habéis dado de vuestra fe y vuestra piedad en todo lo que toca al servicio de Dios, en la asistencia a sermones y sacramentos y últimamente viendo vuestro generoso desprendimiento en la solemne Coronación de la augusta Reina del Milagro y Reina del santísimo Rosario. Os exhortamos pues, a lavar vuestras faltas y pecado en las aguas vivas del sacramento de la penitencia a recibir de allí nuevamente el perdón y la absolución de comenzar desde allí una vida nueva, una vida mejor, desatada de los vínculos que nos ligaba a Satanás, príncipe de este mundo rey de sus galas, glorias e iniquidades.
Volved la vista a Dios.
Y después de estar purificados de todos vuestros pecados volved la vista sobre el mundo que habéis dejado y preguntad a vosotros mismos, si quisierais repasarlo una vez más seguramente que no. Sólo una caída podría volvernos a ese abismo de lágrimas, a ese caos de sombríos dolores sin fin. A esa horrorosa existencia en que nadie ama. En donde la caridad ha sido desterrada, en donde se cubrió el rostro de Dios para que la vista de su bendita faz ya no pudiese animar a nuestros infelices hermanos, ni menguar sus penas o calmar su dolor.
Líbranos Señor de la muerte eterna y de todo mal, que tu grande misericordia cubra nuestras faltas y que nos conduzca a la penitencia, al perdón y a la vida eterna.
Reginaldo, fiel al Vicario de Cristo.
Con el principio de la Santa Cuaresma en este año se junta una fiesta solemne y simpática para todo el corazón católico. El día 19 de Febrero celebrará nuestro Santísimo Padre León XIII su jubileo episcopal. El día 20 del mismo el aniversario de su exaltación al trono pontificio, el tres de Marzo el de su coronación. En la Primera tomará parte el mundo entero, principiando por una peregrinación universal a Roma con objeto de saludarle, felicitarle, besar los pies del Vicario de Dios en la tierra y traerle el óbolo de San Pedro que sus hijos ofrecen al ilustre prisionero, despojado de sus entradas y obligado a vivir del Altar y de la limosna de los fieles, como en los primeros tiempos del Cristianismo, cuando todavía ocultaba cabeza y culto en catacumbas en medio de sus muertos, para librarse de la persecución de los césares en su furor y odio contra un pueblo para quien ellos, a pesar de los decretos del Senado, no eran ya ni Divinos ni Dioses por más que poseían todavía de hecho sino de justicia el poder de vida y muerte sobre todos los hombres de su dominio. Y tanto más extraño nos parece hoy este estado de cosas en una época en que los reyes mismos, y no sólo los Católicos, no trepidan en tomarle por árbitro en sus querellas y disputas, reconociendo en su augusta persona, en su carácter sagrado de Sumo Pontífice y Sacerdote único sobre la tierra, un representante de Dios, un Soberano cuyo reino no es de este mundo, pero que reina con poder igual en el cielo y en la tierra cuando se trata de distinguir entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, cuando se trata de perdonar o de condenar los hechos y las obras de los grandes como de los pequeños y de la humanidad entera.
Y este maestro que hace poco nos mandó seguir la enseñanza de Santo Tomás de Aquino en la escuelas, que en sus encíclicas célebres por sus suaves y sin embargo, poderosa y sabia doctrina ha señalado a los pueblos los deberes mutuos del pobre y del rico que es la más ardua cuestión de los tiempos presentes y señalado también a los políticos el límite de su derecho según la ley de Dios, como no ha dejado de enseñar cual maestro supremo el verdadero camino a la justicia y al Reino de los Cielos; a este nuestro Padre y Pontífice, León XIII queremos también acompañar nosotros en su jubileo episcopal, en nuestra diócesis, ya que no podemos tomar parte en la peregrinación al Vaticano; pero podemos rogar e invocar a Dios en las alturas.
Mandamos, pues que no pudiendo celebrarse la misa Solemne el mismo día 19 de Febrero por ser Dominica 1ª de cuaresma hemos determinado que habrá el día siguiente 20 del mismo en todas las Iglesias de la Ciudad de Córdoba y La Rioja una misa solemne con Te-Deum con exposición del Santísimo Sacramento en acción de gracias al Dios Todopoderoso por este beneficio, invitando al pueblo para su asistencia pidiéndole sus preces por la conservación de vuestro augusto Pontífice- Al mismo tiempo que en los Curatos de Campaña se haga una misa también en acción de gracias, según las circunstancias, de cada Parroquia.
Se hará también una colecta en todas las Iglesias que recibirán los Curas y Prelados de las mismas, para aumentar el óbolo que hemos recogido ya y que se dirigirá a disposición de su Santidad León XIII.
Mandamos que estas nuestras letras sean leídas en las Iglesias por una vez después de la misa mayor para que llegue a conocimiento de todos.
¡Que Dios nos bendiga y nos conceda la paz!
INDULTO SOBRE EL AYUNO
Teniendo en vista las circunstancias del país y usando de las facultades que nos han sido concedidas, por la Santa Sede, concedemos a todos los fieles sujetos a nuestra jurisdicción la dispensa en la observancia del ayuno cuadragesimal de la forma siguiente:
1º Dispensamos la abstinencia de carne en todos los días de ayuno del presente año, a excepción del Miércoles de Ceniza, los viernes de cuaresma, los cuatro últimos días de la Semana Santa, y las cuatro principales vigilia; a saber: La del Espíritu Santo, la de los Apóstoles San Pedro y Sn Pablo, de la Asunción y Tránsito de nuestra Señor y Natividad e nuestro Señor Jesucristo. Entendiéndose este indulto de carne para la comida principal para la colación ni parvedad que siempre deberán ser de viandas cuadragesimales.
2º Dispensamos también la abstinencia que por ley general de la Iglesia corresponde guardar en los viernes de entre año sin ayuno.
3º En los días de ayuno en los que se dispensa la abstinencia no será permitido por esto “promiscuar” es decir , comer carne y pescado en una misma comida; restricción que también se extiende a los domingos de cuaresma pero no a los viernes de entre año.
4º Recomendamos que en cada uno de los días dispensados se recen tres Padrenuestros con Ave María y Gloria Patri por las presentes necesidades de la Iglesia.
5º Habilitamos para el cumplimiento del precepto pascual en las ciudades de la diócesis, el tiempo que corre desde el primer domingo de cuaresma hasta el día del sagrado Corazón de Jesús, inclusive, y en la campaña el mismo tiempo con las prórrogas que los respectivos párrocos estimen conveniente.
¡Que Dios os bendiga y os conceda la paz!
Dada en el Palacio Episcopal de Córdoba el día de la purificación de Nuestra Señora del año 1893.
FRAY REGINALDO
Obispo de Córdoba