El Obispo Fray Reginaldo Toro y la coronación de la Virgen del Rosario del Milagro.
Liliana de Denaro.
Fray Reginaldo Toro había conocido la devoción por la Virgen del Rosario del Milagro desde pequeño, en el seno de su hogar, y a medida que fue creciendo profundizó en la devoción. Así lo expresó en la Pastoral de 1896, organizativa de la recepción de los peregrinos que marchaban al Santuario, escribiendo:
“… sin dar culto a María del Rosario no puedo estar tranquilo sino pesaroso, porque mis padres me hicieron conocer esta sublime devoción […] y retirándome del seno de mi familia y de mi país natal, encontré un otro pueblo que me hizo conocer los grandes consuelos y beneficios del Rosario. Me formé al lado del verdadero hijo de Domingo de Guzmán, mi Padre; tuve por Director Espiritual al humilde y virtuoso religioso, al apóstol del Rosario, al P. Olegario Correa […] quien consolidó en mi alma esta devoción y cada día se aumenta.”
Sucede que toda su vida dentro de la Orden de Predicadores transcurrió en el convento de Santa Catalina de Siena de la ciudad de Córdoba, donde pudo apreciar la gran devoción que manifestaban los vecinos de la ciudad, desde los primeros días de la llegada de la imagen de la Virgen del Rosario del Milagro.
Coronación de la imagen de Ntra. Sra. del Rosario del Milagro
Posiblemente, incentivados en los ecos de la reciente coronación de la Santísima Virgen en la advocación de Nuestra Señora del Valle y en el próximo viaje del Obispo a la Santa Sede para realizar la primera Visita ad Limina Apostolorum de la diócesis, presentaron los frailes de la Orden de Predicadores, como voceros y manifestando el anhelo de muchos devotos, el siguiente petitorio:
“Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. Dr. don Fray Reginaldo Toro, Obispo de Córdoba:
Hace algunos años que esta comunidad que actualmente presido y con ella muchas personas devotas, viene alimentando la simpática idea de realizar la solemne ceremonia religiosa de la Coronación de la Milagrosa imagen de la Santísima Virgen del Rosario que, como tesoro de inmenso valor para esta ciudad, se conserva de tres siglos atrás, expuesta a la veneración pública en nuestro templo de Predicadores.
Razones varias de prudencia y entre ellas, la de celebrar el próximo tercer centenario con tan piadosa fiesta, han ocasionado la demora, conservando hasta los presentes momentos, el practicar las debidas diligencias. Al objeto, hoy venimos los muy reverendos Padres de nuestro Consejo y hemos acordado dar principio a ellas, elevando a vuestra señoría ilustrísima la presente solicitud y depositando en sus venerables y paternales manos, nuestro proyecto y petición, para que se digne gestionarlo ante la Curia Romana.
Es gracia. Dios guarde a Vuestra Señoría Ilustrísima.
Córdoba, Convento de Predicadores, Mayo 1° de 1891.
Para que conste, lo firmamos. Fray Pío Días Prior.”
Tras regresar de su viaje a la Santa Sede, el Obispo Fray Reginaldo Toro daba a conocer el resultado de la gestión ante Su Santidad el Papa León XIII, mediante la Carta Pastoral, fechada el 12 de julio de 1892, que en uno de sus párrafos expresaba:
“… Aprovechamos estos felices momentos para pedir la coronación de la venerada imagen de nuestra Señora del Santísimo Rosario bajo el nombre de la “Virgen del Milagro”, dado por el pueblo agradecido de tantos beneficios recibidos; lo que fue también uno de los principales motivos de nuestro viaje a Roma.
Mas, el Santo Padre no sólo escuchó la relación de su Obispo, sino que vio las pruebas que tuvo la suerte de llevar, mostrando que la grey que representaba, había guardado su fe que las vicisitudes del siglo, el ardor de las luchas por la independencia y libertad no había menguado su fe cristiana ni disminuido sus esperanzas y su caridad. Traía pruebas que esta caridad no se enfriaba ni en la época de mayor pobreza y escasez de recursos[…]
Y no sólo el Sumo Pontífice mismo, sino todas las demás personas que oyeron esta sencilla relación de cómo en medio de la mayor crisis económica y pobreza que ha experimentado el pueblo argentino, con su fortuna y sus bienes reducidos casi a nada, su crédito perdido, pero no su valor y sus esperanzas, las damas de Córdoba, de La Rioja y otras provincias se despojaron de sus joyas y sus diamantes para con ellas coronar las sienes de la Madre de Dios, en prenda de su amor y de su confianza en su poderosísima intervención para con su Dios Hijo, que nada le niega de lo que pide para los que invocan sus oraciones y el perdón de sus faltas unido a la enmienda de ellas.
Nuestro Padre León XIII, conmovido de lo que exponía su Obispo sobre la grande y universal devoción discreta al Santísimo Rosario y esta hermosa imagen que se venera en el templo de Reverendos Padres Predicadores de Córdoba; viendo al prelado de la Diócesis inclinado a sus pies por primera vez pidiendo con grande instancia bendiciones para sus fieles, exponiendo sus necesidades, dando cuenta de su estado actual, solicitando remedios y gracias especiales, generosamente concedió lo que el Obispo pedía… Concedió la coronación, delegando para este augusto acto a su Obispo…”
El Sumo Pontífice León XIII documentó su respuesta favorable al petitorio suscripto por el Cabildo Eclesiástico, clero secular y regular, autoridades provinciales y municipales y laicos, autorizando la coronación pontificia de la imagen, en los siguientes términos, en su versión castellana:
“Al Venerable Hno. Fr. Reginaldo Toro, Obispo de Córdoba, en las Indias Occidentales. León XIII –Sumo Pontífice
Venerable Hermano: Salud y Apostólica Bendición. La súplica presentada a Nos, manifiesta el vivísimo deseo que anima a ti y al Clero de tu Diócesis, al Cabildo secular y al pueblo entero, de que Nos complazcamos en condecorar con una corona a la imagen de la Virgen Madre Divina del Rosario, a la cual los feligreses invocan con grandísima veneración en esta tu ciudad de Córdoba.
Por tanto, Nos, que nunca tuvimos en nuestra alma nada más grande que el deseo de excitar, cada día más vivamente, la devoción de los fieles hacia la Santísima Madre de Dios, pensando que tal privilegio redundaría en provecho espiritual del rebaño a ti confiado, hemos determinado de acceder gustosamente a tu súplica.
Por consiguiente, abrazando en especial cariño a todos y a cada uno de aquellos a los cuales favorecemos con estas letras y aprovechándonos del singular acontecimiento, los absolvemos y los declaramos absueltos de cualquiera censura, pena de excomunión, entredicho y otras eclesiásticas sentencias de cualesquier modo o por cualquier motivo pronunciadas.
A tí, venerable Hermano, te delegamos por las presentes Letras para que tú puedas jurídicamente, en nuestro nombre y con nuestra autoridad, coronar con áurea diadema la mencionada imagen de la Virgen Madre Divina del Rosario que existe en esta misma tu ciudad de Córdoba de las Indias Occidentales en el día 1° del próximo mes de octubre, o en cualesquier otro día a tu beneplácito, con acto solemne y cumplido estrictamente lo mandado tanto por tí mismo personalmente, como si por ventura estuvieras tú legítimamente impedido, por tu Vicario y Deán de tu Catedral nuestro amado hijo Uladislao Castellano.
Además, con igual autoridad concedemos que en el día de esta solemne coronación se
puede en la iglesia de la sobredicha Madre Divina del Rosario celebrar la misa propia de la fiesta del Rosario.
Por fin, para que esta solemnidad redunde en bien espiritual de los fieles a todos y cada
uno de ellos, de uno y otro sexo, verdaderamente contritos, que confesados y confortados con el Pan Eucarístico, los cuales en el mismo día de la Coronación o en otro cualesquiera día a su elección, dentro de los siete días, que inmediatamente seguirán a la fiesta, visiten devotamente a la iglesia y allí pidan fervorosamente a Dios por la concordia de los Príncipes Cristianos, por la extirpación de las herejías, por la conversión de los pecadores y por la exaltación de la Santa Madre; les concedemos generosamente una Indulgencia Plenaria y remisión de todas sus culpas, aplicables también a manera de Sufragio, a las almas de los fieles que pasaron de esta vida unidos a Dios por la Gracia.
Anulando cualquiera contraria disposición. Dado en Roma, cerca de San Pedro, sellada con el anillo del Pescador. Abril 5 de 1892, Año XV de nuestro Pontificado.
Secretario – Cardenal Vanutelli.”
Mientras tanto, en el fondo de la nave del Santuario, se había decidido construir –a una altura aproximada de ocho metros del piso del templo y debajo de una media naranja de las cuatro que circundan la principal– el camarín de la Virgen. Para tal fin recurrieron a la caridad gubernamental y privada. Así, encontramos que –a mediados de 1888– el Prior Fray Rufino C. Pucheta solicitaba al Congreso Nacional una subvención para terminar los trabajos del templo.
El diario La Libertad describía la obra concluida: “Arriba, en el fondo del presbiterio, se ha construido el camarín donde se depositará la sagrada imagen después de la Coronación.
Su piso está a la altura del cornisamiento y mide algunos metros hacia el interior de las
naves. Una elevada cúpula, que ha sido necesario construir sobre la bóveda y el muro de fondo, cubre el camarín, suministrándole abundante iluminación por la claraboya y seis ventanas. Delante limita su extensión una baranda de mármol de 60 a 70 centímetros de altura.”
Cercana a la fecha de la coronación, el Obispo Fray Reginaldo Toro publicó la Pastoral
fechada el 8 de setiembre de 1892, refiriéndose a: “… que iremos juntos a rendir homenaje, coronando la venerada imagen de Nuestra Señora del Rosario, la Virgen del Milagro, añadiendo una nueva gloria, un brillo nuevo, un acto de fe y de amor más por todos los beneficios que hemos alcanzado por la intercesión de esta nuestra Madre amorosa, que tantas veces ha presentado nuestras plegarias, expuesto nuestras miserias y necesidades al pie del trono de su Santísimo Hijo…” Y como preparación al gran evento, disponía:… “ordenamos que en todos los templos de esta ciudad se celebre un Triduo durante los días 28, 29 y 30 del presente mes, con letanías de los santos después de la misa mayor y con rosario y cánticos devotos por la noche. En esta última distribución (que por justas consideraciones dispensamos a los Monasterios y demás Casas religiosas) queremos que en las iglesias sujetas a nuestra autoridad se predique una plática instructiva y piadosa, apropiada a las circunstancias, lo que también recomendamos a los Prelados Regulares procuren hacer en las suyas.
En cada día del triduo, se dará un repique general a las 6 de la mañana, tres al mediodía y al toque de oraciones, como en la víspera de las grandes solemnidades, y uno a las 8 de la noche después del toque de Ánimas. Unidas las prácticas antedichas a las devociones particulares de cada uno y a la confesión y a la comunión servirán de saludable preparación para ganar las indulgencias especiales concedidas para esta sola fiesta de la coronación; solemnidad especial también ofrecida por los hijos agradecidos a su santísima Madre.
Nuestro Santísimo Padre León XIII concede una indulgencia plenaria para el día de la coronación o uno de los siete subsiguientes, que cada uno podrá elegir a su arbitrio, confesando y comulgando, visitando la iglesia propia de nuestra sagrada Imagen y rogando como de costumbre, por las necesidades de la santa Iglesia y la intención del Sumo Pontífice, como veréis en el Breve que publicamos al fin de esta Pastoral. Esta indulgencia, como extraordinaria, debe entenderse sin prejuicio de la que desde tiempos antiguos está concedida para el día del Rosario y su Octava; y por lo mismo conviene que los fieles elijan distintos días para lucrar una y otra.
Por lo que a Nos toca, concedemos además 40 días de indulgencia por cada visita hecha a una iglesia y por cada acto de piedad, durante el enunciado Triduo, el día de la coronación y los siguientes hasta el día 9 de octubre, octava del Santísimo Rosario […] deseando que esta función de acción de gracias no se limite a nuestra ciudad episcopal, sino que también tomen participación en ella los principales centros de población de nuestra vasta diócesis; al anunciar que en el mencionado día celebraremos de pontifical en nuestra iglesia Catedral una solemne misa con oración gratulatoria y Te Deum, recomendamos a todos los Curas de las demás ciudades y campaña procuren hacer una función semejante, exhortando al pueblo para que coopere a ella, recordándole los bienes que Colón nos ha traído con su descubrimiento; por lo cual es justo que en aquel día se tributen especiales acciones de gracias al Supremo Dispensador de todos los bienes y se le pida la mayor glorificación de su siervo”.
Adhiriéndose al evento, el gobierno declaró feriado el 1 de octubre, con motivo de la Coronación de la Virgen del Rosario del Milagro, facilitando así la multitudinaria concurrencia de fieles. Por su parte, la Municipalidad de la ciudad autorizó la construcción de palcos de madera, en la calle San Juan –entre Representantes y calle de la Universidad– para alquilarlos al público636 y pedía a los vecinos “de la ciudad, como a los pueblos de San Vicente, General Paz, Alta Córdoba, Pueblo Nuevo” embanderaran los frentes de sus propiedades.
Por su parte, “Monseñor Toro, con motivo de la Coronación de la Virgen, hizo mejorar el camarín tapizándose las paredes con terciopelo granate y con riquísimas cortinas del raso del mismo color. De la techumbre de la cúpula cubierta con tules celestes, colgaban multitud de rosas artificiales semejando de lejos, una lluvia de flores”.
El día de la coronación la imagen lució un vestido primorosamente arreglado por las Monjas Catalinas con los riquísimos bordados de oro del que antiguamente tenía, puesto sobre género nuevo de seda, cuajado de piedras preciosas, así como el manto de lamé, bordado en oro y recamado en perlas.
La imagen descansaba sobre un pedestal con una media luna de plata de 60 onzas realizada por el Sr. Pedro Moreyra Gómez, a solicitud de las damas de la Tercera Orden
Franciscana, y un escudo de oro, plata y piedras preciosas con la inscripción: “Regina Sine Labe Originali Concepta –1592 a la Virgen del Milagro en el 3° Centenario de su prodigioso arribo al Puerto del Callao y en el día de su solemne Coronación– La Venerable Orden Tercera de Nuestro P. San Francisco– 1892”, obra de los joyeros Schubert y Wolf.
Dos días antes de la Coronación se encontraban en la ciudad, para participar en la ceremonia: el Arzobispo de Buenos Aires Federico Aneiros, el Obispo de Montevideo Mariano Soler, el Obispo de Cuyo Fray Wenceslao Achával y su Obispo Auxiliar Reta, el Obispo de Pentacomia y Vicario Capitular de Salta Pablo Padilla.