Fray Reginaldo, escribe a sus hermanas dominicas, alaba la figura de Santo Domingo

A Nuestro Padre Santo Domingo
VIRTUTEM MAGNITUDINIS EJUS QUIS ENARRABIT  (¿Quién hablará de la fuerza de su grandeza?) (Eclesiástico 18,4)

Ardua es la tarea que me propongo, carísimas hijas del Gran Patriarca, al tratar de la grandeza de Domingo de Guzmán, dueño de estos cultos: porque bien comprendéis cuan lejos, cuan distante me encuentro de presentar un plan que manifieste la aplicación de mi tema, pues que tengo que levantar un prominente edificio sobre cuya cúspide se manifiesta el excelso trono en que está sentado el Gran Guzmán mi Padre, para recién comenzar su merecida alabanza – Porque el encomio de Santo Domingo no consiste en describir  solamente las grandes virtudes, rara humildad, o pobreza de un héroe del Evangelio – Tampoco consiste en la sola narración de las proezas de un varón apostólico por las  conquistas de su celo o fatiga de su ministerio – No en la alabanza de un saber profundo que admira y pasma, ni en los encomios tampoco, de un Santo, raro portento en el poder de los milagros y en los eminentes vuelos de una elevada contemplación – Permitidme os diga, pueda consistir mucho menos en la relación de un espíritu sublime que penetra y descubre los secretos del corazón del hombre que dirige y señala los acontecimientos futuros por sus previsiones proféticas.

Detalle «Coronación de la Virgen». Beato Angélico, Convento de San Marcos, Florencia

No carísimas hermanas, en nada de todo esto separadamente, sino en el conjunto de todo ello consiste la alabanza y la grandeza de nuestro Padre Domingo de Guzmán. De ese sacerdote fiel formado según el corazón de Dios, suscitado por la divina misericordia en el tiempo de la amargura como un don de propiciación. De ese Padre de una inmensa familia de santos, cuyo espíritu progenitor repartido entre todos, los hizo dignos de Dios, de la verdadera grandeza y dignidad santa. Siendo la grandeza de cada uno de esos sus hijos santos, la de todos ellos, la única y verdadera imagen de la grandeza y santidad de Domingo. ¡Este Patriarca insigne! Por qué aspecto le miremos con un prolijo examen que no le encontremos grande. Por qué camino, en qué época lo buscaréis que no se os presente raro y admirable! Qué destinos podréis
imaginar que por último no lo descubráis santo esclarecido. En verdad así lo concibo y creo que vosotras lo veréis del mismo modo.

Este ilustre patriarca, hijo especial de la divina adopción creado por un esfuerzo de amor, fue destinado a ser el representante de la eterna bondad, apareció en la tierra, siendo conciliar a estos con aquellos, y ligar a las criaturas con el Criador, lleno de los dones de aquél espíritu, que a unos hace Apóstoles, a otros Profetas, a estos constituye Evangelistas, a aquellos Maestros y Doctores, consumó la obra de los Santos en el cumplimiento de su ministerio, en la reedificación del Cuerpo de Cristo, así engrandecido y árbitro de un poder soberano; restituyó por último a la Esposa del Cordero la túnica inconsútil de su fe, la vestidura nupcial de su pureza, y el inmansillado ropaje de su honor y de su gloria. Con tan señalados destinos colocado en tal misión. ¿No veis que el Patriarca Sto. Domingo ocupa un lugar que se eleva sobre toda consideración? ¿No conocéis que sublimado a tanta altura, si bien podemos distinguirle por la claridad de  su luz, mas no podemos comprenderle, ni menos, descubrir su verdadero tamaño por el exceso de esa misma luz? Pero ¿para qué advertiros más lo que tan al propósito dije en el principio con el texto sagrado y que podemos repetir otra vez con mayor admiración todavía. Es difícil, es imposible declarar, ni concebir cuanta sea la virtud de la grandeza de Domingo. María lo llama su Predicador, su depositario, su despensero, que tiene gran acopio almacenado para distribuir al género humano – Nace Domingo y vemos su humildad, su caridad, su desprendimiento, su nobleza marcada en la frente, su afán de cumplir la ley del Señor y de la Iglesia.

¿Dónde buscaréis a Domingo y no lo encontraréis siempre haciendo obras de Caridad , vais a las plazas, predicando, vais a los hospitales, curando, vais a los liceos, enseñando, vais al templo, instruyendo en los deberes católicos, vais a los desiertos, divulgando la ley del Evangelio, vais a la tierra de los paganos, rescatando cautivos, vais a la casa del enfermo, suavizando las dolencias de la miseria humana. Lo encontraréis en las cárceles, en la choza del indigente, en la cabecera del moribundo, en la vivienda de la viuda desolada, en donde más? carísimas hermanas e hijas dominicas.     Lo hallaréis combatiendo las herejías, sosteniendo el derecho de los ciudadanos, buscando las almas extraviadas, atrayéndolas al redil de la Iglesia, Domingo es todo para todo, y nada deja para sí, porque se ha entregado en cuerpo y alma. Su espíritu trabajando en lo escondido y uniéndose con Jesús para ser alimentado con la dulce palabra de la Virgen María, encargándole que para volver los derechos a la Iglesia, para conquistar almas para el cielo y acreditar su doctrina – le dice y le manda – anda y predica el Rosario, y esto se realizó porque no tuvo más libro que las epístolas de San Pablo, y el Rosario que recibió de la Virgen María con el cuál desvaneció las herejías, conquistó millones de almas, y es la popular canción que entona el rico y el pobre el anciano y el joven, el sabio y el ignorante y es el guardián de todo el pueblo católico que lo reza y que gana gracias para este mundo y para el otro-
Ya veis, carísimas hasta donde va su grandeza que no contento con servir al género humano viviente, se ha ido hasta el último momento hasta la eternidad para suavizar las penas del purgatorio por las riquísimas indulgencias que la Iglesia da a la devoción mas especial del Santísimo Rosario. Esta oración enseñada por María y divulgada por Santo Domingo es la devoción jefe de la Iglesia y del pueblo, y contiene en sí lo más grande, lo más noble, lo más adecuado a la humanidad porque recuerda los misterios que sirven de consuelo al alma, y de una eterna felicidad que se alcanza por él.

¿Qué más podré añadir en tan escaso tiempo de que dispongo?. Dejaré para otra vez que se continúen estos cultos al Gran Domingo y hoy tengamos en vista como en la vida de Jesús se asemeja la de nuestro Domingo, y como la vida de Jesús fue para toda la humanidad, así la vida de Santo Domingo fue de todos- El misterio que hoy meditamos del niño perdido y encontrado en el templo, nos enseña que debemos dejar todo, apartar de nuestro pensamiento lo inútil, lo adverso a la humildad, a la caridad y sumisión para ocuparnos en servir a Dios, en los asuntos y negocios de nuestra religión, en bien de la humanidad doliente y en buscar acá la paz, la unión, la fraternidad, y el cielo donde descansaremos con la tranquilidad beatífica de la visión de Dios.

Sí Patriarca Domingo, no olvidéis de vuestras hijas, de vuestros devotos, en especial de este pequeñito rebaño, de estos tiernos corazones que con alborozo cantan alabanzas y entonan himnos de júbilo a la Majestad divina- de dulzura a María Santísima nuestra Soberana Reina del poder y de la gracia, y al Patriarca Domingo son cánticos de simpatía que todos llenos de entusiasmo repetimos “Cumple Padre tu palabra y alcanzadnos de lo alto que imitemos tus virtudes y vivamos reconociendo la protección de Jesús, María y José acá en este valle de lágrimas, y después nos llevéis a la felicidad eterna que para todos deseo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

-Benedictio Dei Omnipotentis Patris Et Filii Et Spiritus Sancti descendat Super te, Sororem Imeldam e Sancto Joseph et omnes Juvenes et manent semper (Que la bendición de Dios Todopoderoso Padre y del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre ti, Sor Imelda de San José y todos los jóvenes y permanezca para siempre). – Amén

23 de Mayo de 1893- El Obispo

 

Nota: Traducción del latín con Google.

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