Fray Reginaldo, ha formado su corazón como padre. No se nace padre, ni es necesario engendrar un hijo para serlo. Fue padre de niños, jóvenes, religiosos y laicos. Vivió amando y entregándose a sus hijos.

Recordar las palabras del Papa Francisco, al hablar de San José (06/01/2022) que nos ayudará a enmarcar el concepto de paternidad:

“No basta con traer al mundo a un hijo para decir que uno es padre o madre. «Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él» (Carta ap. Patris corde 7).

PADRE ADOLESCENTE

Reginaldo no ha sido padre biológico, pero sí fue aprendiendo a serlo desde pequeño. A los 12 años, al fallecer su padre, se convierte en el hermano mayor con ciertos deberes que cumplir, entre ellos, cuidar y atender a sus hermanos pequeños, y acompañar a su madre Ignacia. Su forma de mirar y responder la vida fue cambiando, tuvo que asumir con responsabilidad el estudio y los quehaceres familiares.

Seguramente habrá sufrido la ausencia de su padre pero, encontró refugio y consuelo en Dios, su Padre, por la fe recibida en la familia. Habrá buscado referentes masculinos a quiénes mirar, ya que en su vulnerabilidad adolescente, la necesitaba. En sus horas de clase en los conventos franciscanos y dominicos, descubrió a Santo Domingo, a quien llamó “mi padre Domingo”, ya que fue su modelo de seguimiento a Cristo y de padre.

CORAZÓN DE PADRE QUE CRECE

De la mano de Domingo, responde al llamado que va creciendo en su interior, y se dirige a la ciudad de Córdoba para comenzar una nueva etapa de formación de la inteligencia y del corazón, de las virtudes, y la fe. Inicia su camino como fraile dominico. Él escribe: Me formé al lado del verdadero hijo de Domingo de Guzmán, mi Padre; tuve por Director Espiritual al humilde y virtuoso religioso, al apóstol del Rosario, al P. Olegario Correa (Carta pastoral 1896). Imágenes fuertes, varoniles y emprendedoras, son sus modelos “paternos”.  No se nace padre, uno se va haciendo, se va formando como tal, como padre o como madre.

Reginaldo, asumió con responsabilidad la vida de sus hermanos dominicos en el convento de Córdoba primero, y luego en la provincia de San Agustín, Argentina. Fue padre de cada fraile, por eso visitaba una y otra vez cada convento de la República. En estas visitas canónicas, cuidaba la observancia común y se preocupaba de la situación particular de cada uno, alentando y reprendiendo según las necesidades personales. Corrige con ternura y firmeza, como Domingo su padre.

Muchas cosas más podríamos anotar – a los reverendos Padres y Hermanos – pero las omito, esperanzado en que vuestra piedad buscará las demás que nos son tan necesarias y convenientes para nuestra santificación. Tomad todo como nacido de lo íntimo de mi alma, que ante Dios os desea la mayor felicidad para todos vosotros que vivís en una casa santa, donde florecieron innumerables criaturas como las que hoy vivimos y que para todos pido la gloria eterna”. (Visita al convento de Córdoba 26/08/1879)

PADRE AMADO DE SUS HIJAS

Reginaldo se comprometió como padre, cuando su comunidad le asigna la misión de la fundación y dirección de la Congregación de Hnas. Dominicas de San José que venían gestando. Buscó por innumerables medios formar a las primeras hermanas, sus hijas, para que puedan entregarse a Dios en caridad y sacrificio en bien de la humanidad doliente, y abrazar a los que sufren. Él se refería a ellas diciéndoles “Carísimas hijas” y ellas más de una vez llamándolo “nuestro amado padre”. Juntos, padre e hijas, llevarían adelante una misión de amor, buscando a Dios y haciendo obras de misericordia sin medidas.

Escribe la Hna. Antonina del Ssmo. Sacramento Ceballos, una de las prineras hermanas: “El Rdo. Padre Fr. Reginaldo Toro… fue a Roma… al Colegio de las Religiosas de la Ssma. Anunciata… trajo las primeras Constituciones… y también algunas prendas de vestir. La capa, toca y velo, tomó de las Hnas. Dominicas francesas de Avila…”. ¡Qué detalle paterno! No sólo ver la necesidad de la legislación de la nueva Congregación, sino hasta cada detalle del hábito, el velo “más adecuado para ello”.

En su faceta de fundador, Reginaldo contó con el apoyo desinteresado de los laicos, el matrimonio Poulson especialmente, a quien recurría para atender mejor a sus hijas. Don Jorge Poulson, fue para Reginaldo su padre, él lo llamaba con mucho cariño “Mi viejito tata”, y cuando se despedía lo bendecía diciendo: “Su hijo que lo bendice”. Un padre no nace, se va haciendo, va aprendiendo, va mirando a personas ejemplares que cincelan el propio corazón.

La fundación está bajo la custodia y el patrocinio de San José, ya que ellas “son sus hijas muy amadas. El Instituto recién fundado era un obsequio a san José, el padre amoroso de Jesús. De él se aprende la paternidad, el servicio silencioso, la actitud contemplativa, el amor a Dios, a Jesús y a la Virgen.

PADRE DE TODOS

El padre Reginaldo, vio crecer el número de sus “hijos” cuando Dios lo llamó al pastoreo de la diócesis de Córdoba y La Rioja, solicitó ayuda al Papa, pidió que nombre obispos auxiliares, porque no trabajaba solo, reconocía la urgencia de las necesidades y prefería el trabajo en “equipo”, en la diócesis, en la Iglesia de Argentina, y también con la familia dominicana. En su extensa diócesis creó parroquias, y la Sociedad Cooperadora de las Misiones, de este modo, sus brazos podrían abarcar y abrazar más y mejor a sus hijos. Se dedicó paternalmente a los fieles, niños y adultos laicos, también a los religiosos y sacerdotes de su Diócesis.

De él escribió Luis Hogan en 1954:

Era el modelo del pastor celoso de su grey, como hombre providencial para con los pobres y los más desgraciados… Así, las buenas obras jalonan su actuación, entrañando otros tantos motivos de regocijo para su espíritu humanitario y cristiano. Cuántos a él acuden se retiran satisfechos, pues a su bendición unirá siempre el consejo o la frase oportuna.

El corazón del Padre de Reginaldo vive entre nosotros, nos enseña y acompaña, se nos ofrece como modelo de paternidad y de maternidad, y nos anima a mirar y contemplar los corazones de Jesús, María y José…

Nos bendice y acompaña:

«Virgen Santísima, ayudad a vuestras hijas; vos Padre Domingo infundid el espíritu de Caridad y gran Patrón de la iglesia San José no perdáis de vista a este rebaño que tanto te pertenece y yo, hijas mías, os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo Amén».

Padre Reginaldo, bendice y protege a tus hijos.

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